El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 4 de marzo de 2023

Como un torrente



Dirección: Vicente Minnelli.

Guión: John Patrick y Arthur Sheekman (Novela: James Jones).

Música: Elmer Bernstein.

Fotografía: William H. Daniels.

Reparto: Frank Sinatra, Dean Martin, Shirley MacLaine, Martha Hyer, Arthur Kennedy, Nancy Gates, Leora Dana, Betty Lou Keim, Larry Gates, Steven Peck. 

Un día, Dave Hirsh (Frank Sinatra), un escritor que ha abandonado su oficio desencantado, regresa a su pueblo natal por casualidad, tras una borrachera. Hace dieciséis años que había partido de allí y, a pesar del tiempo transcurrido, algunas heridas no han cicatrizado.

Como un torrente (1958) es una de las películas más aclamadas de Vicente Minnelli, un director elegante, aunque considero que este drama no ha soportado del todo bien el paso del tiempo.

Adaptando una novela de James Jones, Minnelli pone en pie un drama que intenta analizar las miserias de la naturaleza humana y en especial las de la clase media provinciana acomodada, que presume de éxito material y social, luciendo su respetabilidad como un tesoro. Es la vida de la que disfruta y presume Frank (Arthur Kennedy), el hermano de Dave que teme que su presencia en el pueblo estropee su buena reputación, ya que Dave es un tipo sin oficio, bebedor y que frecuenta ambientes poco recomendables. Así que Frank, bajo un hipócrita recibimiento, no deja de invitar a Dave a marcharse del lugar lo antes posible.

Sin embargo, será precisamente la presencia de Dave lo que despierte ciertas pasiones que la vida aburguesada de Frank había reprimido. En el fondo, sus instintos pueden ser tan censurables a los ojos de la buena moral como los de cualquiera, pero están ocultos bajo un montón de normas sociales vacías.

Y Dave chocará de frente con ese ambiente moralista y reprimido cuando se enamora de Gwen (Martha Hyer), una recatada maestra de escuela que, aunque atraída por Dave, tiene miedo de él, de su vida, de sus amigos y de su reputación. Ella admira al escritor, pero huye asustada del hombre. Y Dave será incapaz de hacer que venza sus recelos y deberá reconocer que a lo máximo que parece que puede aspirar es a hacer feliz a Ginnie (Shirley MacLaine), una golfilla que sí que lo ama sin reparos, aceptándolo como es, incluso a pesar de sus desprecios y de no comprenderlo, pero su amor es así: incondicional.

Sin embargo, a pesar de las buenas intenciones de Minnelli y su admirable puesta en escena, especialmente magnífica en la parte final en la feria y en el entierro, con el emotivo y sencillo detalle de Bama (Dean Martin), el amigo de Dave, quitándose el sombrero, Como un torrente se ha vuelto un film acartonado.

Para empezar, todo en la historia parece forzado, desde el escritor que ha perdido la fe en sí mismo, a pesar de ser muy bueno, a los tipos de los bajos fondos, como el amigo Bama o Ginnie que, de manera un tanto estereotipada, son presentados como grandes personas, con un corazón más puro que el de los pilares de la sociedad. Es la típica historia moralizadora, donde los triunfadores se ocultan hipócritamente bajo sus refinados modales mientras que los parias son en realidad más puros y sinceros. Una división demasiado simple que tal vez funcionara en su momento pero que ahora resulta un tanto maniquea y artificial.

Además, la manera de producirse el desenlace es del todo absurda, con el tipo de Chicago (Steven Peck), que apenas había aparecido brevemente, que resurge de pronto como improbable novio celoso. Es evidente que esa aparición resulta del todo artificial y con la única finalidad de provocar el dramático desenlace, que está telegrafiado y resulta demasiado forzado.

En cambio, el reparto es del todo adecuado, con un Frank Sinatra convincente y especialmente con Shirley MacLaine bordando su papel y muy bien secundados por Arthur Kennedy y Dean Martin.

Ejemplo de película con buenas intenciones, el paso de los años la ha debilitado en exceso pero aún así es un film que se deja ver con agrado y muestra el talento de Vicente Minnelli como director con mucho oficio.

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