El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

jueves, 2 de marzo de 2023

Mi vida no es una comedia romántica



Dirección: Marc Gibaja.

Guión: Marc Gibaja y Laurent Sarfati.

Música: Vincent Courtois.

Fotografía: Gilles Porte.

Reparto: Marie Gillain, Gilles Lellouche, Laurent Ournac, Stéphanie Sokolinski, Philippe Lefebvre, Frédérique Bel, Vincent Bowen, Raphaëline Goupilleau.

A Thomas (Gilles Lellouche) lo ha dejado el amor de su vida y no consigue superarlo. Un día se encuentra por casualidad con Florence (Marie Gillain), antigua compañera de colegio, que lo invita a cenar su casa. 

Las comedias románticas se mueven en un terreno bastante limitado y cuesta encontrar una realmente novedosa. Parece que Marc Gibaja buscaba cierto enfoque original en Mi vida no es una comedia romántica (2007) pero da la impresión que se perdió en el camino.

La fórmula para ser gracioso puede basarse en el ingenio, que es el camino más difícil pero el que da mejores resultados siempre, o en la ridiculez, llevando las situaciones y los personajes al límite. Y esta es la elección de Gibaja, salirse de lo más habitual de un film romántico a base de ridiculizarlo todo.

Pero desde mi punto de vista es un error, sobre todo cuando se pasan ciertos límites. Además, la película  tiene un par de detalles inteligentes, como la manera en que Florence descubre que su marido (Philippe Lefebvre) le es infiel, por ejemplo, de manera que comprobamos que el director y guionista de la cinta es capaz de tener buenas ideas y llevarlas a la práctica. De ahí que resulte aún más triste ver la manera en que desperdicia las posibilidades de la historia orientándola hacia el disparate.

Por un lado, el comportamiento de Thomas y de Florence resulta absurdo, impropio de adultos y más aún en el caso de Florence, que tiene dos hijos, por lo que no se explican algunos de su comportamientos, como cuando le pregunta a Thomas si es descortés rechazar hacerle una mamada a un tío. ¿Dónde está la gracia?, ¿tiene algún sentido esa pregunta en una mujer adulta? Porque unido al disparate, otro recurso que el director debió pensar que resultaría gracioso es este tipo de alusiones al sexo, lo que demuestra una vez más que optó por el camino más fácil y también el más infantil.

Y el problema es que no son detalles aislados, sino que la película se va decantando cada vez más hacia esa deriva, de manera que conforme avanzan los minutos se vuelve más absurda, abusando de chistes fáciles, reacciones idiotas y cayendo en bastantes los tópicos. 

La consecuencia es que dejamos de ver a los protagonistas como personas normales y la posible emoción de verlos finalmente enamorados y felices se desvanece, pues es imposible tomarse en serio cualquier relación basada en tanta tontería y sinsentido.

Es verdad, sin embargo, que el director consigue crear un film que entretiene, pues es cierto que sabe llevar las situaciones de manera que, aunque absurdas, tienen cierta chispa, pero en conjunto se tiene la sensación de que otro enfoque habría sido más eficaz, no solo en el sentido cómico, sino también dando más profundidad a la historia.

En todo caso, personalmente ha sido una delicia disfrutar con la presencia de Marie Gillain, realmente encantadora. 

Mi vida no es una comedia romántica tiene sin embargo el acierto de rendir homenaje a dos buenas comedias románticas: Algo para recordar (Nora Ephron, 1993) y Manhattan (Woody Allen, 1979).

No hay comentarios:

Publicar un comentario