El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

viernes, 3 de marzo de 2023

El poder del perro



Dirección: Jane Campion.

Guión: Jane Campion (Novela: Thomas Savage).

Música: Jonny Greenwood.

Fotografía: Ari Wegner.

Reparto: Benedict Cumberbatch, Kirsten Dunst, Jesse Plemons, Kodi Smit-McPhee, Thomasen McKenzie, Genevieve Lemon, Keith Carradine, Frances Conroy.

Montana, 1925. Phil (Benedict Cumberbatch) y su hermano George (Jesse Plemons) son los dueños de un próspero rancho. Un día, George le comunica a su hermano que acaba de casarse con Rose (Kirsten Dunst), pero Phil no la aceptará, pues cree que solo va detrás del dinero de George.

Curiosa y muy personal película de Jane Campion, capaz de crear un relato un tanto misterioso que, sin embargo, peca de excesiva artificiosidad.

El poder del perro (2021) sorprende especialmente por su puesta en escena tan personal y diferente a lo que estamos habituados a ver. Es una película lenta, sin apenas diálogos, donde vamos descubriendo a los personajes poco a poco, sin explicaciones, a base de detalles, frases concisas, gestos. A Campion no le interesa explicar lo que sucede con detalle, prefiere insinuar, dejar que sea el espectador el que vaya leyendo entre líneas y se haga su propia composición. Es cierto que el relato no ofrece demasiadas dudas y uniendo el final con la frase con la que arranca la película ("Cuando murió mi padre, yo solo quería que mi madre fuera feliz. ¿Qué tipo de hombre iba a ser si no ayudaba a mi madre? ¿Si no la salvaba?") es sencillo comprender que Peter (Kodi Smit-McPhee), el hijo de Rose, ha provocado la muerte de Phil con el cuero de una res enferma.

Comprendemos entonces el sutil juego que se desarrolla en El poder del perro. Phil es duro, cruel con Rose, a la que empuja al alcoholismo con su actitud hostil hacia ella. Peter, en apariencia débil, comprende lo que está pasando y decide que ha de ayudar a su madre. Cuando descubre la homosexualidad de Phil, patente en su adoración por su amigo, y algo más, Bronco Henry, fallecido, Peter pone en marcha su plan. Y mientras creemos que es él quien puede estar en peligro frente a Phil, es en realidad éste último quién no sabe lo que se le viene encima. 

Cuando Rose besa a su marido tras el entierro de Phil, comprendemos que su vida empieza de nuevo y que será feliz, gracias a Peter. 

Sin duda, un thriller muy especial bajo una apariencia de drama que juega bien sus bazas, con una puesta en escena delicada, en la que Campion se recrea en el discurso, como quien elabora un delicioso manjar.

Sin embargo, aún reconociendo los méritos de esta personal puesta en escena, El poder del perro no termina de convencerme. Un final inesperado y sorprendente, lo mejor de la cinta sin duda, no basta para salvar todo el desarrollo precedente, que a mi entender peca de presuntuoso, haciendo que el relato avance con tal parsimonia que llega a cansar, especialmente porque a la lentitud se suma una duración generosa, que parece acrecentarse aún más por el ritmo sosegado. La sensación que tenía mientras veía la película era la de un bonito discurso al que le quitan intencionadamente palabras, de manera que vamos entendiendo el relato, pero perdiendo parte de su riqueza.

Los personajes no terminan de definirse del todo, es parte del juego de Jane Campion, por supuesto, pero dudo que ello beneficie a la historia, que pierde fuerza por esa falta de intensidad con la que se cuenta el drama, de manera que termina anestesiándonos. No terminamos de comprender muchos comportamientos de los protagonistas, como algunas reacciones de Rose completamente trastornada o el poco espíritu de su marido, a veces rozando lo absurdo. Tan solo el desenlace, inesperado, nos sacude un poco, pero es insuficiente.

Al final se trata de nuevo del dilema que explicaba Alfred Hitchcock: optar por la sorpresa o por la complicidad con el espectador. El director británico elegía siempre la segunda opción, que proporciona más tiempo de goce que un segundo de sorpresa.

La frase que da título al film procede del Salmo 22:20, que lee Peter al final de la película: "Libra mi alma de la espada; mi amor del poder del perro"; con ello se pide a Dios protección contra el mal que nos acecha.

Un film pues muy peculiar, con nada menos que doce nominaciones a los Óscar y que se llevó el de mejor dirección.

No hay comentarios:

Publicar un comentario