El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

viernes, 10 de marzo de 2023

El juego del matrimonio



Dirección: Ira Sachs.

Guión: Ira Sachs y Oren Moverman (Novela: John Bingham).

Música: Dickon Hinchliffe.

Fotografía: Peter Deming.

Reparto: Chris Cooper, Pierce Brosnan, Patricia Clarkson, Rachel McAdams, David Wenham.

Harry (Chris Cooper) ha encontrado la felicidad al lado de Kay (Rachel McAdams), una viuda más joven que él con la que desea pasar el resto de su vida. El problema es que está casado y no desea hacerle daño a su esposa Pat (Patricia Clarkson).

El juego del matrimonio (2007) es una interesante mezcla de drama y de thriller que brilla especialmente en el apartado técnico y en el reparto.

La puesta en escena es suntuosa y recrea con brillantez y elegancia el ambiente de los años cuarenta del siglo XX, realzando el conjunto con una fotografía preciosista que le da al relato un tono encantador.

Además cuenta con cuatro protagonistas que bordan sus papeles, cada uno en su registro. Chris Cooper es el perfecto hombre maduro infeliz con su vida. No puede quejarse de nada especialmente, pero es infeliz hasta que conoce a Kay y se da cuenta de dónde está la felicidad. Cooper aporta un aire triste a su personaje y absoluta autenticidad con la que es imposible no meterse en su piel.

Pierce Brosnan repite un papel en que parece estar un tanto encasillado, el de guaperas cínico, pero que le va como anillo al dedo. Rachel McAdams, con esa dulzura y su belleza deslumbrante justifica sobradamente que haya conquistado a Harry, si bien no hace tan verosímil que ella se haya enamorado de él. Y Patricia Clarkson, dentro de un trabajo sin tacha, sí que me ha convencido menos, con un aire de dolor de estómago permanente, pero es una apreciación quizá demasiado personal.

Sin embargo, es en el argumento donde El juego del matrimonio muestra más carencias. Para empezar, el tema me parece que daba para una ingeniosa comedia más que para un drama, al menos de la manera en que está enfocada la historia, con la voz en off de Richard (Pierce Brosnan), el amigo de Harry, relatando los acontecimientos. El juego de engaños matrimoniales de Harry y Pat y los intentos de Richard de seducir a Kay poseían la suficiente fuerza para dar lugar a divertidos equívocos. Porque, además, el enfoque hacia el drama resulta un tanto fallido.

Creo que tal y como transcurre la historia, Ira Sachs no logra sacar todo el potencial a la misma. La misma idea de que para que su mujer no sufra es mejor envenenarla pega más en una comedia negra, mientras que para un drama suena un tanto idiota. Pero además, el relato no logra crear en ningún momento la tensión necesaria para que nos apasione. Vivimos el desarrollo de los acontecimientos de manera un tanto impersonal, sin demasiada implicación. Falta emoción, tensión, sensación de peligro. Está todo tan contenido, tan edulcorado que es todo muy frío. Incluso cuando Kay deja a Harry y éste descubre que su mejor amigo lo ha traicionado, no hay emoción alguna, no llegué a sentir ni pena por Harry ni rabia hacia Richard. Era como si estuviera anestesiado. Y tal como continúa la historia, parece que es lo que pretendía Sachs, pues el desenlace muestra la rutina de los protagonistas, ajenos al dolor, recomponiendo sus vidas como si nada hubiera pasado, con una tranquilidad que cuesta entender.

Al final, he de reconocer que he disfrutado con la película, muy bien presentada y cuyo argumento no deja de poseer suficientes elementos para hacernos pasar un buen rato,, pero también es verdad que creo que se podría haber sacado más partido del argumento, bien en clave de drama o de comedia, pero dándole algo más de vida al conjunto.

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