Dirección: Dick Powell.
Guión: Wendell Mayes (Novela: D. A. Rayner).
Música: Leigh Harline.
Fotografía: Harold Rosson.
Reparto: Robert Mitchum, Curt Jurgens, Al Hedison, Theodore Bikel, Russell Collins, Kurt Kreuger, Frank Albertson, Biff Elliot.
Mientras navega por el Atlántico Sur, un destructor norteamericano detecta algo en el radar: se trata de un submarino alemán. El capitán Murrell (Robert Mitchum) se lanza al ataque.
Sin duda alguna estamos ante una gran película de guerra, con el estilo clásico del género, antes de que este derivara en films más detallistas y sangrientos, pero no necesariamente mejores.
Duelo en el Atlántico (1957) relata el duelo entre el capitán de un destructor americano y el de un submarino alemán, el capitán von Stolberg (Curt Jungers), duelo donde se pondrán a prueba el uno al otro en una batalla de astucia.
Una de las claves es que, al contrario que otras películas de la época que glorificaban a los vencedores con una visión bastante sesgada del enemigo, en esta cinta se opta por un enfoque más equilibrado, poniendo en valor los méritos de cada uno de los contendientes y mostrando también el lado más humano de la guerra, con el miedo y la angustia de las tripulaciones de ambos bandos.
Además, el capitán del submarino es un hombre cansado de una guerra deshumanizada y sin sentido que le ha arrebatado a sus dos hijos. Él no es un fanático, sino un hombre con sentido común, comprensivo y valiente. Lo mismo que el capitán norteamericano, que ha de cumplir con su deber, pero que no siente placer en terminar con sus enemigos.
Dick Powell consigue crear un clima de tensión constante al tiempo que se esfuerza en mostrar con detalle y verosimilitud los detalles del enfrentamiento, de manera que en todo momento somos partícipes de los planes y estrategias de ambos comandantes y disfrutamos así de ese singular duelo de ingenio y astucia.
Otro elemento muy cuidado son los diálogos, alejados de las típicas frases hechas tan comunes al género. En cambio, en los momentos de pausa en el combate, podemos disfrutar de diálogos realmente profundos que denotan el interés en dotar de humanidad al argumento, imponiéndose al espíritu bélico. La película pone en valor el respeto al adversario y la nobleza de sentimientos e ideas. Los combatientes siguen siendo personas. Para subrayar esta idea, se retrata a un oficial alemán como un fanático seguidor de Hitler, lo que no deja de molestar a su capitán, que cumple con su deber sin estar de acuerdo con los fanatismos de muchos de sus compatriotas. Quizá no se trate de un film abiertamente antibelicista, pero sí que algunos elementos parecen ir en esa dirección, como ese final en el que ninguno de los contendientes ha vencido.
Con una cuidada producción, la película ganó el Oscar a los efectos especiales, hoy en día algo toscos, pero que imagino que en su momento serían bastante impresionantes.
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