El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 10 de diciembre de 2023

Betty Anne Waters



Dirección: Tony Goldwyn.

Guión: Pamela Gray.

Música: Paul Cantelon. 

Fotografía: Adriano Goldman.

Reparto: Hilary Swank, Sam Rockwell, Minnie Driver, Melissa Leo, Peter Gallagher, Ari Graynor, Loren Dean, Conor Donovan, Owen Campbell, Tobias Campbell, Bailee Madison, Juliette Lewis, Clea Duvall.

Cuando su hermano Kenneth (Sam Rockwell) es condenado a cadena perpetua por asesinato y robo, su hermana Betty Anne (Hilary Swank) decide estudiar derecho para poder ayudar a probar su inocencia.

Betty Anne Waters (2010) está basada en hechos reales, algo que resulta primordial para poder comprender y valorar el sacrificio de la protagonista para lograr demostrar la inocencia de su hermano. Casos así, de presentarse como ficción, costaría mucho creérselos; pero al final, como tantas veces, se demuestra que la realidad es capaz de superar a la ficción.

Precisamente, la fuerza de la historia y su poder de emocionarnos procede de conocer que son hechos que sucedieron realmente y comprobar cómo la condena de Kenneth no solamente le afectó a él, sino que llevó al divorcio de su hermana y a distanciarse de sus hijos por su dedicación a los estudios que le permitieran ayudar a su hermano.

Pamela Gray, la guionista, muestra un interés evidente en ser fiel a lo sucedido, pero al mismo tiempo, ese apego a los hechos lleva a un guión muy meticuloso con los detalles de la historia, tal vez demasiado, no logrando conseguir un discurso homogéneo, de manera que a instantes realmente emotivos, siguen escenas un tanto insustanciales que provocan caídas de intensidad notables, creando un conjunto sin unidad y un tanto descompensado.

Por la temática, la historia nos recuerda a Erin Brockovich (Steven Soderbergh, 2000) y comparándolas apreciamos mucho más los desajustes del guión de Betty Anne Waters, que no consigue crear una historia tan atractiva. La clave creo que reside en que no se profundiza en los personajes principales, especialmente en Betty: conocemos su esfuerzo y su sacrificio por su hermano, pero salvo eso, poco más. Su personaje no llega a hacerse cercano, el guión se centra demasiado en los hechos y no llega a mostrarnos con convicción su interior, sus miedos, sus decepciones, su fracaso matrimonial. De esta manera, a la historia le falta lo primordial: el lado humano. De ahí que resulte todo tan frío, impersonal, no provocando emoción ni compasión hacia ella y su hermano.

Al final, gracias a la presencia de Hilary Swank y de Sam Rockwell, el film consigue sobreponerse a los momentos menos convincentes, constatando que de no haber podido contar con estos dos grandes actores la película sin duda perdería muchos enteros.

Incluso, creo que dejando de lado algunos pasajes, la historia habría ganado en ritmo y concreción. El resultado, al final, es el de un film correcto pero, para el tema abordado, sin la fuerza y el encanto imprescindibles y deseables.

Por cierto, como curiosidad, mencionar que el director Tony Goldwyn no es otro que el actor que encarnó a Carl Bruner, el villano de Ghost (Jerry Zucker, 1990).

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