El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 23 de diciembre de 2023

La novia de acero



Dirección: Gordon Douglas.

Guión: James R. Webb (Novela: Paul I. Wellman).

Música: Max Steiner.

Fotografía: John Seitz.

Reparto: Alan Ladd, Virginia Mayo, Joseph Calleia, Phyllis Kirk, Alf Kjellin, Douglas Dick, Tony Caruso, Ned Young, George Voskovec. 

James Bowie (Alan Ladd), un leñador de Luisiana, llega a Nueva Orleans para vender un cargamento de madera. Nada más llegar se encuentra con un cuadro de una hermosa mujer, Judalon (Virgina Mayo), de la que se queda prendado.

Digamos para empezar que James Bowie es una figura histórica y La novia de acero (1952) adapta una novela que cuenta sus hazañas, naturalmente en tono laudatorio, por lo que no podemos hacer mucho caso de que lo narrado se ciña estrictamente a la verdad.

En todo caso, el hecho de que la película es una adaptación literaria explica la complejidad del argumento, con numerosos personajes que aparecen y desaparecen, así como la extensión del mismo. Evidentemente, si se tratara de un guión escrito directamente para el cine, tendríamos una mejor unidad narrativa. Son los problemas derivados de querer condensar una novela en los límites de un film y con las normas del lenguaje cinematográfico.

Pero lo interesante de la historia, si dejamos de lado su base histórica y la contemplamos como un mero relato de ficción, que el el fondo se acerca mucho a ello, es la transformación que puede sufrir un hombre por el amor de una mujer. James Bowie, que es presentado como un hombre alegre y sencillo, en cuanto conoce y se enamora de Judalon cambia radicalmente, convirtiéndose en alguien que busca hacer fortuna para poder estar a la altura de su amada, una mujer habituada a los lujos. 

También es interesante ver cómo el amor lo vuelve completamente ciego a la verdad, pues Judalon es una mala mujer que utiliza a todos los hombres que la rodean para conseguir su propio beneficio sin reparar en el daño que pueda causar. Y Bowie no será una excepción, aunque en su pasión por ella sea incapaz de ver cómo lo manipula. Solamente al final, cuando conoce a Úrsula Veramendi (Phyllis Kirk), llegará a poder quitarse la venda de los ojos y liberarse al fin del dominio que Judalon ejercía sobre él.

Desgraciadamente, Gordon Douglas no es capaz de plasmar con acierto toda la fuerza del relato que en sus manos queda un tanto frío. Douglas se limita a ejecutar su trabajo de un modo correcto, pero sin llegar a dotarlo del nervio que requiere una historia tan cargada de pasiones y duelos. Tampoco Alan Ladd realiza aquí su mejor trabajo, dejando algunas escenas no muy convincentes. En cambio, Virginia Mayo vuelve a lucir su peculiar encanto y me parece la elección perfecta para encarnar a una de esas mujeres perversas que de cuando en cuando nos regalaba Hollywood.

La novia de acero se queda al final en un film correcto, pero imperfecto, donde me parecen demasiado evidentes los problemas que tiene el guión a causa de su intento de adaptar la novela que le sirve de base.

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