Dirección: Gordon Douglas.
Guión: James R. Webb (Novela: Paul I. Wellman).
Música: Max Steiner.
Fotografía: John Seitz.
Reparto: Alan Ladd, Virginia Mayo, Joseph Calleia, Phyllis Kirk, Alf Kjellin, Douglas Dick, Tony Caruso, Ned Young, George Voskovec.
James Bowie (Alan Ladd), un leñador de Luisiana, llega a Nueva Orleans para vender un cargamento de madera. Nada más llegar se encuentra con un cuadro de una hermosa mujer, Judalon (Virgina Mayo), de la que se queda prendado.
Digamos para empezar que James Bowie es una figura histórica y La novia de acero (1952) adapta una novela que cuenta sus hazañas, naturalmente en tono laudatorio, por lo que no podemos hacer mucho caso de que lo narrado se ciña estrictamente a la verdad.
En todo caso, el hecho de que la película es una adaptación literaria explica la complejidad del argumento, con numerosos personajes que aparecen y desaparecen, así como la extensión del mismo. Evidentemente, si se tratara de un guión escrito directamente para el cine, tendríamos una mejor unidad narrativa. Son los problemas derivados de querer condensar una novela en los límites de un film y con las normas del lenguaje cinematográfico.
Pero lo interesante de la historia, si dejamos de lado su base histórica y la contemplamos como un mero relato de ficción, que el el fondo se acerca mucho a ello, es la transformación que puede sufrir un hombre por el amor de una mujer. James Bowie, que es presentado como un hombre alegre y sencillo, en cuanto conoce y se enamora de Judalon cambia radicalmente, convirtiéndose en alguien que busca hacer fortuna para poder estar a la altura de su amada, una mujer habituada a los lujos.
También es interesante ver cómo el amor lo vuelve completamente ciego a la verdad, pues Judalon es una mala mujer que utiliza a todos los hombres que la rodean para conseguir su propio beneficio sin reparar en el daño que pueda causar. Y Bowie no será una excepción, aunque en su pasión por ella sea incapaz de ver cómo lo manipula. Solamente al final, cuando conoce a Úrsula Veramendi (Phyllis Kirk), llegará a poder quitarse la venda de los ojos y liberarse al fin del dominio que Judalon ejercía sobre él.
Desgraciadamente, Gordon Douglas no es capaz de plasmar con acierto toda la fuerza del relato que en sus manos queda un tanto frío. Douglas se limita a ejecutar su trabajo de un modo correcto, pero sin llegar a dotarlo del nervio que requiere una historia tan cargada de pasiones y duelos. Tampoco Alan Ladd realiza aquí su mejor trabajo, dejando algunas escenas no muy convincentes. En cambio, Virginia Mayo vuelve a lucir su peculiar encanto y me parece la elección perfecta para encarnar a una de esas mujeres perversas que de cuando en cuando nos regalaba Hollywood.
La novia de acero se queda al final en un film correcto, pero imperfecto, donde me parecen demasiado evidentes los problemas que tiene el guión a causa de su intento de adaptar la novela que le sirve de base.
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