Dirección: Richard Fleischer.
Guión: (Novela: Mark Twain).
Música: Maurice Jarre.
Fotografía: Jack Cardiff.
Reparto: Oliver Reed, Raquel Welch, Mark Lester, Ernest Borgnine, George C. Scott, Rex Harrison, David Hemmings, Harry Andrews, Charlton Heston.
Huyendo de la autoridad, que lo persigue por robo, Tom Canty (Mark Lester) termina en los jardines del palacio real, donde ha de huir de nuevo, esta vez de la guardia real. Por casualidad, Tom llega a las habitaciones del Príncipe de Gales (también Mark Lester) que, viendo el asombroso parecido de ambos, decide cambiar sus ropas con Tom para acudir a un baile de disfraces.
Tercera adaptación de la novela de Mark Twain, tras las versiones de 1937 de William Keighley, con Errol Flynn, y la de 1962, dirigida por Don Chaffey, El príncipe y el mendigo (1977) es un ingenioso film de aventuras bastante ambicioso y que funciona relativamente bien.
Lo primero que llama la atención es la interesante historia que delata claramente que está inspirada en una obra ciertamente bien escrita, no solamente por los enredos de la intriga, que van un paso más allá de lo que habitualmente nos suelen ofrecer este tipo de argumentos, sino que se destaca también por la riqueza de los diálogos y la precisión con la que se van definiendo los personajes, como el duque de Norfolk (Rex Harrison), todo un ejemplo de estoicismo, pragmatismo y experiencia, sin duda el personaje que más me sorprendió, pues el resto siguen los patrones más o menos esperados.
También resulta sumamente interesante la evolución que sufre el príncipe Eduardo tras verse empujado a un aprendizaje acelerado sobre la condición humana y la vida de sus súbditos. Es reveladora su ignorancia de la realidad mientras gozaba de su vida en palacio, ajeno a todo cuanto no fuera la corte, sus diversiones y sus lujos. El paso, pues, de adolescente a hombre es sin duda lo mejor del relato que, es cierto, puede parecer que peca de demasiado bienintencionado, pero en el fondo sería muy gratificante que todos los dirigentes tuvieran la nobleza y la bondad de que hace gala el príncipe.
A destacar sin duda el reparto, ciertamente espectacular y que falla tristemente con la presencia de Mark Lester, notablemente inferior a sus compañeros y con muy poca calidad para semejante papel protagonista. Tras sus papeles infantiles, llegada a la edad adulta, Lester demuestra sus carencias y de hecho ésta sería su última película. En cambio, es un placer contar con Oliver Reed, un gran actor se mire por donde se mire, y Ernest Borgnine, Rex Harrison y Charlton Heston, que aportan el sello de calidad a esta producción.
Richard Fleischer, en cambio, no pasa de un trabajo rutinario que no saca todo el partido de los medios a su alcance. No es que cometa ningún fallo, pero el conjunto carece de energía en los momentos clave y las escenas de acción no resultan especialmente brillantes. A pesar de lo cuál, El príncipe y el mendigo es un film muy entretenido gracias, sobre todo, a un buen argumento y una cuidada producción.
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