Dirección: Bille August.
Guión: Greg Latter.
Música: Annette Focks.
Fotografía: Filip Zumbrunn.
Reparto: Liu Yifei, Emile Hirsch, Li Fangcong, Yan Yikuan, Yu Shaoqun, Tsukagoshi Hirotaka, Vincent Riotta, Gong Hanlin, Jin Zhu, Shu Yaoxuan.
Tras bombardear Tokio, el avión del capitán Jack (Emile Hirsch) debe aterrizar en China, pues no tiene combustible suficiente para regresar a su portaviones. Por una confusión, el avión no puede aterrizar como tenía previsto y los tripulantes han de saltar en paracaídas.
Basada en hechos reales, El soldado perdido (2017) es un film bélico chino que sorprende sin duda por su peculiar enfoque y su serena puesta en escena. Un relato que hay que saber apreciar en sus puntos peculiares para disfrutar de su discreta elegancia.
El soldado perdido, al menos así lo interpreto, no busca crear un relato basado en la tensión, la incertidumbre o la heroicidad. De ser así, no se entendería el planteamiento inicial, con el capitán Jack a salvo en su país contando la historia en flashback. Aquellos que no entiendan esto seguramente se sentirán decepcionados por la película, pues en efecto, no es un historia que nos mantenga en vilo, que nos lleve al límite.
Bille August opta por un enfoque tranquilo, lo que sorprende al tratarse de un film de guerra, pero la intención del director es otra: presentar la vida rural en China, el día a día de gentes humildes que, al margen de la guerra, como si en el fondo no fuera con ellos, siguen levantándose con la intención de ganarse el sustento y enviar a sus hijos a la escuela. Esa es la realidad cotidiana de Ying (Liu Yifei), una viuda que verá alterada su existencia cuando su hija Nunu (Li Fangcong) encuentre al capitán Jack malherido.
Como haría cualquier persona bondadosa, Ying acoge y cuida del herido, aún con el grave riesgo que ello conlleva por la presencia de un destacamento japonés que lo busca.
Y así transcurre la historia, contándonos como Ying cuida al americano y la relación que va naciendo entre ellos. Y de nuevo hemos de alabar la elegancia con la que el director nos cuenta toda esta historia, con calma, dejando que nos adentremos sin ruido en la vida de esa aldea china, con sus costumbres anticuadas, su rígida moralidad, su lucha silenciosa por la supervivencia. August evita el drama, no quiere entrar en ese terreno porque su película es otra, es más sencilla, pero no menos profunda.
August elige un desarrollo tranquilo, pero no por ello estamos ante un film lento o aburrido, porque siempre pasan cosas, solo que el director elige presentarlas de un modo elegante, incluso los momentos más dramáticos carecen de excesos. No se trata de sacudirnos, sino de que vivamos la historia con el máximo de cercanía, de veracidad.
Me llamó la atención, por ejemplo, la ausencia de música de fondo acompañando el relato. Solamente está presente para subrayar el principio del romance entre Ying y Jack y en la escena final. Sorprende porque estamos acostumbrados al abuso de este recurso para acrecentar el drama o los momentos emotivos. August opta por el silencio y ello le da a la historia una paz que armoniza perfectamente con el ritmo pausado y nos deja disfrutar de los ruidos de la naturaleza o del agua, y del silencio.
El soldado perdido es una película hermosa y tranquila y ahí reside su esencia. Si comprendemos esto, disfrutaremos sin duda de una propuesta diferente, muy personal, y que creo que funciona en lo fundamental, construyendo un relato que se disfruta y se sufre sin adornos, desde un planteamiento tan desnudo como eficaz.
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