El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 17 de diciembre de 2023

Hannah y sus hermanas



Dirección: Woody Allen.

Guión: Woody Allen.

Música: Varios.

Fotografía: Carlo Di Palma.

Reparto: Woody Allen, Mia Farrow, Michael Caine, Barbara Hershey, Dianne Wiest, Max von Sydow, Carrie Fisher, Maureen O´Sullivan, Lloyd Nolan. 

Elliot (Michael Caine) está casado con Hannah (Mia Farrow) pero desea en secreto a Lee (Barbara Hershey), su cuñada. Mientras, la otra hermana de Hannah, Holly (Dianne Wiest), ha decidido montar un negocio de comidas junto a su amiga April (Carrie Fisher), pero necesita que Hannah le financie la idea.

Hannah y sus hermanas (1986) es, para muchos de sus críticos, una de las mejores comedias de Woody Allen. La verdad es que entre tantas grandes películas es difícil establecer un baremo. Todas llevan su sello inconfundible y según los gustos, el estado de ánimo o el momento de la vida en que las veas, te impactarán más o menos.

Personalmente, Hannah y sus hermanas me parece una buena película, pero no es ni mucho menos mi preferida del director. Encuentro que le falta algo, tal vez más sentido del humor, pero el caso es que se me hizo un poco larga y no es una crítica, me encanta Woody Allen, pero no terminé de integrarme en la historia. Tal vez todos esos personajes que se entrecruzan me parecían algo lejanos, pues nunca terminé de empatizar demasiado con ellos. Y es extraño, pues no difieren demasiado de los personajes habituales de Woody Allen, pero en general, la película me resultó más fría. 

La película se centra, como es habitual en Woody Allen, en las relaciones personales y los problemas a los que todos, en mayor o menor medida, nos enfrentamos a lo largo de la existencia, como el amor, las relaciones de pareja, el deseo, los miedos, la realización personal, la religión, las creencias.

Lo bueno es que todos estos temas tan serios, en las manos del director, se vuelven cotidianos, cercanos, comprensibles. Allen no se dedica a filosofar en abstracto, analiza aquellas obsesiones y problemas que atañen a la gente, a veces forzando un poco las cosas, como con el personaje que interpreta él mismo, un tipo algo hipocondríaco, pero en el fondo es sencillo identificarse con alguno de los temas tratados porque están en la propia naturaleza humana. 

¡Y cómo no!, Nueva York. La ciudad norteamericana está siempre presente en la obra de Allen, pero en esta ocasión nos la muestra con una mirada algo diferente, rendido a su belleza, con algunos edificios deslumbrantes, calles de ensueño o simplemente un hermoso árbol. Hasta el barrio donde vive Lee, feo en sí mismo, tiene cierto encanto bajo la mirada complaciente del director, con esa librería vetusta que invita a perder las horas en ella, como una isla en medio de la nada.

Pero incluso en una película en la que me costó integrarme, Woody Allen es capaz de regalarnos instantes únicos, como su intento de convertirse al catolicismo (el momento en que vacía la bolsa de la compra al llegar a casa es memorable, con el crucifijo y la mayonesa), el poema de E.E. Cummings ("...nadie, ni siquiera la lluvia, tiene las manos tan pequeñas") o el hermoso homenaje a los Hermanos Marx (Mickey recupera las ganas de vivir viendo Sopa de ganso). Y es que hasta en sus obras que menos me llegan, este director sigue demostrando su gran inteligencia, sensibilidad y sentido del humor.

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