Dirección: Ivan Reitman.
Guión: Gary Ross.
Música: James Newton Howard.
Fotografía: Adam Greenberg.
Reparto: Kevin Kline, Sigourney Weaver, Frank Langella, Kevin Dunn, Ving Rhames, Ben Kingsley, Charles Grodin, Faith Prince, Laura Linney, Alba Oms.
La Casa Blanca a menudo recurre a un doble del presidente cuando este quiere tener algunos momentos de intimidad. En esta ocasión, será Dave Kovic (Kevin Kline), un modesto ciudadano, el elegido para suplantar al presidente Mitchell (Kevin Kline) durante unas pocas horas. Pero todo se complica cuando Mitchell sufre una embolia cerebral.
Dave, presidente por un día (1993) es un cuento. El hecho de que un ciudadano de a pie ocupe el cargo de presidente y tome decisiones importantes, en contra de la opinión de sus asesores, no deja de ser un despropósito se mire como se mire. Por eso hemos de verlo como un cuento y, como en todo cuento que se precie, el mensaje es edificante, los buenos se salen con la suya, la bondad triunfa y los malvados sufren el merecido castigo. Al fin y al cabo, la esencia de un buen cuento es mostrarnos el camino recto, convertir los desastres cotidianos en esperanza, hacernos soñar con un mundo mejor. Y esta película lo logra y, además, de una manera muy divertida.
De hecho, viendo esta cinta fue inevitable no acordarme de las maravillosas comedias de Frank Capra, donde ciudadanos normales se veían en situaciones parecidas a la de Dave. Lógicamente no vamos a establecer comparaciones, sería innecesario y cruel. Pero Dave, presidente por un día recoge esas ideas y aquellas buenas intenciones y nos ofrece otra comedia bienintencionada, honesta y fresca. Y se agradece.
La cinta no deja de ser una critica bastante atinada contra los políticos corruptos y una maquinaria que tiende más a perpetuar el poder y los privilegios que a servir al pueblo. Es más, resulta tan acertado el planteamiento de Gary Ross que nos resulta del todo imposible que alguien como Dave pueda hacer ni la décima parte de lo que hace en la cinta. Estamos tan acostumbrados a esos políticos de medio pelo, mentirosos y tramposos que por eso el discurso de Dave, presidente por un día resulta tan cercano y tan triste en el fondo.
Sin embargo, además del mérito de esa certera denuncia del mundo de la política, el gran acierto del guión es que lo hace de manera totalmente amena, simpática y, aunque previsible, con bastante ingenio. Y además hemos de sumarle el romance entre Dave y la esposa de Mitchell, Ellen (Sigourney Weaver), una mujer desengañada con su marido, al que ya ni le habla y que la ha defraudado completamente. Cuando ve la "transformación" de su esposo, cuando Dave se hace pasar por presidente, no da crédito a lo que ven sus ojos y aquí la historia nos brinda algunos hermosos momentos en que vemos cómo Ellen se va enamorando de ese buen hombre que hace lo que un buen presidente debería hacer siempre. En realidad, no es nada excepcional, solo demuestra comprensión, empatía y humanidad, pero al lado de lo que ella ha vivido hasta la fecha es como un milagro y el guión logra hacernos partícipes del mismo. Sin duda, aquí reside también gran parte de la magia de la película.
Y, claro está, no podemos olvidar el maravilloso trabajo de Kevin Kline, que resulta encantador en su inocencia primero y convincente después en su determinación de hacer lo que debe. Un actor genial para la comedia y que aporta, con la ayuda inestimable de Sigourney Weaver, su innegable talento, que consigue que nos encariñemos con su personaje y casi acabamos creyéndonoslo.
Al fin una comedia que nos sorprende gratamente desde su sencillez por un guión muy inteligente y un desarrollo fresco y reconfortante.
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