Dirección: Andrew Marton.
Guión: Ivan Goff y Ben Roberts.
Música: Miklós Rózsa.
Fotografía: Paul Vogel.
Reparto: Stewart Granger, Grace Kelly, Paul Douglas, John Ericson, Murvyn Vye, José Torvay, Robert Tafur.
Rian Mitchell (Stewart Granger), un aventurero que ha pasado su vida recorriendo medio mundo, encuentra una mina en Colombia donde parece que puede haber esmeraldas. Tras convencer a su socio Vic (Paul Douglas), empieza a preparar la explotación de la misma.
Andrew Marton ya había dirigido para la Metro en 1950, junto a Compton Bennett, Las minas del rey Salomón, también con Stewart Granger en el papel principal. Ahora cambia África por Sudamérica y a Deborah Kerr por la hermosa Grace Kelly y se embarca en otro film de aventuras y romance, aunque en esta ocasión el guión es más pobre y el resultado se resiente.
El comienzo de Fuego verde (1954) es prometedor, con Rian siendo asaltado por unos bandidos y socorrido en la hacienda que dirigen Catherine (Grace Kelly) y su hermano Donald (John Ericson). Tras este arranque lleno de emociones, la historia sigue en un tono más ligero con los intentos de Rian de convencer a su socio Vic de que cambie sus planes de un futuro tranquilo por su aventura colombiana.
Desgraciadamente, estos serán los mejores momentos de la cinta que, justo cuando debía ganar en intensidad, es cuando empieza a decaer por falta de incentivos en el desarrollo, que se atasca con el romance entre Rian y Cayherine, escenificado con precipitación y escasa originalidad, y luego con la explotación de la mina, donde tampoco se logra crear un relato muy intenso y en cambio se cae en ciertos momentos anodinos y repetitivos.
Para añadir algo de emoción al relato se añade una banda de forajidos, dispuestos a arruinar el negocio a Rian y Vic, pero tampoco es una aportación que termine de encajar con fuerza en la historia y no aporta gran cosa salvo el tiroteo final.
Tal vez el detalle más interesante de la historia es ver cómo la ambición de Rian por encontrar las esmeraldas que le conviertan al fin en un triunfador, cosa que ha perseguido sin éxito toda su vida, hace que lo anteponga todo a su proyecto, incluso el amor de Catherine, decepcionada por sus malas artes y engaños. Pero estamos en los años 50, por lo que todo va a termina reconduciéndose oportunamente, tal vez de un modo no demasiado convincente, pero está claro que el final debía ser reconfortante y moralizador.
Fuego verde no es una mala película, pero para ser un film de aventuras le falta emoción y, especialmente, habría tenido que hacer que los protagonistas tuvieran mucha más fuerza de la que tienen, pues al final tanto Rian como Catherine se quedan un tanto desdibujados y nunca llegamos a empatizar con ellos, con lo que sus aventuras no llegan a emocionarnos lo suficiente.
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