Dirección: Alejandro G. Iñárritu.
Guión: Alejandro G. Iñárritu y Mark L. Smith (Novela: Michael Punke).
Música: Alva Noto y Ryuichi Sakamoto.
Fotografía: Emmanuel Lubezki.
Reparto: Leonardo DiCaprio, Tom Hardy, Domhnall Gleeson, Will Poulter, Forrest Goodluck, Paul Anderson, Kristoffer Joner, Duane Howard, Arthur Redcloud.
1823. Durante una expedición de caza para recoger pieles, el grupo de tramperos a las órdenes del capitán Henry (Domhnall Gjeeson) es atacado por los indios arikara. Los supervivientes, guiados por el explorador Glass (Leonardo DiCaprio), intentan regresar al fuerte.
El renacido (2015) es el ejemplo perfecto de a lo que está llegando el cine contemporáneo: un absoluto desprecio por el guión y todo el resto confiado a la estética y los efectos especiales.
Porque cuesta creer que para escribir el argumento de esta historia fueran necesarios dos guionistas, y aún extraña más cuando nos cuentan que la historia está basada en hechos reales. Lo único que se nos narra es un manual de supervivencia y venganza. Glass, que carga con el dolor de haber perdido a su esposa india a manos de los soldados, resulta malherido por el ataque de un oso y tiene que ver impotente como su compañero Fitzgerald (Tom Hardy) mata a su hijo (Forrest Goodluck). Su lucha por sobrevivir estará alimentada por el deseo de vengar esa muerte. Y eso es todo en lo que respecta al guión. No hay nada más, solamente una historia muy vista reducida a la mínima expresión y con un final sin sorpresa alguna.
¿Dónde está pues el mérito de El renacido?, ¿por qué se larga un film tan escueto nada menos que 156 minutos? La clave está en la puesta en escena, la estética, el gusto por recrearse en paisajes helados, ríos de aguas turbulentas y el manual de supervivencia que tenemos en la aventura de Glass desde que es abandonado a su suerte hasta que logra vengar la muerte de su hijo.
La clave por lo tanto está en valorar si ese ejercicio estético y ese despliegue de efectos especiales asombrosos y minuciosos, y también desagradables y crudos, es suficiente como para compensar la lentitud del desarrollo, su monotonía y su falta de profundidad.
Sinceramente, yo suelo pedirle algo más a una película para valorarla generosamente. No es que El renacido sea una propuesta vacía, pero sinceramente tampoco resulta merecedora de más elogios que los imprescindibles para alabar los efectos especiales tan espectaculares, pues es cierto que tienen el mérito que tienen, que no es otro que conocimientos técnicos, pero también es verdad que algunas escena resultan muy logradas. Son lo fuerte de la película, porque incluso a nivel de dirección, la verdad es que el trabajo de Iñárritu no es nada del otro mundo. Abusa de los contrapicados, los destellos del sol y un desarrollo muy lento, pero no encuentro en ello nada que me resulte asombroso ni estéticamente espectacular. Es un estilo sin genialidad y algo presuntuoso que termina por aburrir al estar repitiendo la misma fórmula durante más de dos horas.
Como tampoco me terminó de convencer la tendencia a la exageración. Todo en el relato es excesivo, buscando en ello la emoción cuando en realidad la clave para empatizar con los protagonistas reside en algo tan sencillo como en hacerlo humanos, cercanos, de carne y hueso. Y con un guión tan básico, la verdad es que los personajes no acaban de tomar cuerpo y de las desgracias de Glass me quedo solamente con la experiencia visual, sin que nada llegue a emocionarme profundamente. Es la consecuencia del vacío argumental.
Cuando veo películas de este estilo, no puedo dejar de acordarme del gran John Ford y me imagino lo que pensaría si pudiera ver en qué ha derivado el western en la actualidad.
La película se llevó tres Oscar: director, actor (DiCaprio) y fotografía.
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