Dirección: Aki Kaurismäki.
Guión: Aki Kaurismäki.
Música: Varios.
Fotografía: Timo Salminen.
Reparto: André Wilms, Kati Outinen, Jean-Pierre Darroussin, Blondin Miguel, Elina Salo, Evelyne Didi, Quoc Dung Nguyen, Laika, François Monnié.
Marcel Marx (André Wilms), que malvive en El Havre como limpiabotas, un día se encuentra por casualidad con Idrissa (Blondin Miguel), un niño inmigrante ilegal que iba rumbo a Londres para reunirse con su madre. Marcel decide ayudarlo.
El Havre (2011) es una película completamente opuesta a lo que vemos habitualmente en las carteleras: producciones de grandes presupuestos que se lo juegan todo a la baza del espectáculo descuidando a menudo el contenido. Pero esta obra tan personal del finlandés Aki Kaurismäki parece despreciar la puesta en escena para contarnos una emotiva historia desprovista de adornos y pretensiones, más que intentar ser un acercamiento a un mundo marginal con sus peculiaridades, problemas y grandeza.
Porque la historia que nos cuenta Kaurismäki es, por un lado, sobre el drama de los inmigrantes africanos que acuden al primer mundo en busca de un futuro. El personaje de Idrissa es como la punta del iceberg de miles de historias parecidas, y mucho peores, que se suceden a diario. Afortunadamente, algunas encuentran un final feliz y el director intenta contarnos una de ellas.
Pero sería quedarse corto si limitáramos El Havre a esta denuncia, pues ofrece bastante más. Es un retrato de las clases bajas, las más desfavorecidas, apiñadas en el triste barrio donde vive Marcel Marx (cuyo apellido rinde homenaje a Karl Marx). Personas que viven al día, sin esperanza, pero con la dignidad intacta y cierta alegría que podría resultarnos incomprensible al nacer en medio de su pobreza. Pero no pienso que este retrato de esas personas esté edulcorado. Me parece, al contrario, totalmente certero. La solidaridad de los necesitados, precisamente por carecer de todo, es tan auténtica como su miseria.
Quizá sorprende un poco la presentación tan parca del relato, con actores que no destacan precisamente por su trabajo, con una parquedad extrema en los diálogos, que nos sorprenden a veces por su contundencia y claridad. Es un cine desnudo, desprovisto de cualquier artificio, de cualquier intento de adornar el relato, de alterar esa búsqueda obsesiva de la verosimilitud. Estamos más cerca de un documental casero que de un film con aspiraciones estéticas.
Y a pesar de esa torpeza en la puesta en escena, de un ritmo a veces impreciso que provoca que el relato parezca más largo de lo que realmente es, Aki Kaurismäki consigue meternos de lleno en la historia con absoluta contundencia, de manera que vivimos el drama de los protagonistas con total empatía, logrando además momentos realmente conmovedores, casi como sin querer. La clave está en la honestidad de lo que nos cuenta, en la autenticidad de los personajes y la ausencia absoluta de manipulación. Las cosas son así y así se cuentan.
Solamente se permite el director una pequeña licencia poética con la curación de la esposa de Marcel (Kati Outinen), cuyo nombre, Arletty, es un homenaje a la famosa actriz y cantante francesa cuya carrera abarcó desde los años treinta a principios de los sesenta del siglo pasado. Es un guiño al optimismo, una especie de recompensa por los buenos actos de Marcel. No es lo que suele suceder, pero sí lo que debería suceder. Y en la ficción sucede, porque sí, y nos reconforta, porque la vida no debería ser tan dura ni tan injusta como muchas veces lo es.
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