El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 1 de enero de 2024

Night Fare (La caza)



Dirección: Julien Seri.

Guión: Cyril Ferment, Pascal Sid y Julien Seri.

Música: Alex Cortés.

Fotografía: Jacques Ballard.

Reparto: Jonathan Howard, Jonathan Demurger, Fanny Valette, Jess Liaudin, Édouard Montoute, Zakariya  Gouram, Moussa Sylla, Jeff Lenogue.

Chris (Jonathan Howard) y Luc (Jonathan Demurger), dos viejos amigos que acaban de reencontrarse tras unos años, salen de fiesta y de regreso a casa cogen un taxi del que se bajan sin pagar. Entonces, empieza su pesadilla al ser perseguidos sin tregua por el taxista.

El comienzo de Night Fare (2015) nos recuerda inevitablemente a la genial El diablo sobre ruedas (Steven Spielberg, 1971) por la presencia de ese taxi conducido por un personaje misterioso, del que apenas vemos el rostro y que no pronuncia ni una palabra y se dedica a perseguir a los jóvenes que se fueron sin pagarle la carrera. 

Son sin duda los mejores momentos de la cinta, mientras las incógnitas permanecen latentes pues, además del misterio del taxi, se vislumbra un drama en el pasado de los dos amigos que motivó la huida repentina de Chris a Inglaterra.

Durante estos minutos, el director explota con habilidad el misterio en medio de unas calles de París vacías, aumentando la soledad de Chris y Luc y su vulnerabilidad. También hay que reconocer que todo el acoso del taxista está cogido con alfileres, de manera que no resulta muy creíble que los dos amigos no sean capaces de despistarlo en ningún momento.

Sin embargo, como suele suceder a menudo en este tipo de propuestas que basan gran parte de su juego en el misterio, cuando el guión empieza a mostrar sus cartas se desvela como bastante elemental, tosco y poco realista. Si lo interpretamos en clave de cuento o, como parece sugerir el director, en clave de cómic, es cierto que podemos tomarlo como un simple pasatiempo sin demasiada profundidad ni interés en tenerla. La finalidad parece ser el mero juego del gato y el ratón con un toque moralista, donde el taxista no es más que un vengador solitario que sigue los pasos de múltiples predecesores que han purgado una vida de pecados convirtiéndose en una especie de justicieros. Sería una versión macarra de nuestro Don Quijote, pero desprovista del sentido del humor y la profundidad de las reflexiones de Cervantes.

Personalmente, me pareció un film demasiado pobre argumentalmente, incluso tomándolo a la ligera, como para que me deje algo positivo tras su visionado. Con un enfoque así, podría haber profundizado algo mejor en algunos temas, como la relación de Chris con Ludivine (Fanny Valette), su ex novia, por ejemplo, pues al final la presencia de la joven resulta casi un pegote sin mucho sentido ni trascendencia.

Lo mejor es que al menos la cinta resulta bastante breve, con lo que la historia está lo suficientemente comprimida para que no llegue a resultar cansina, de manera que, guste más o menos, al menos tiene una duración acorde con lo que tiene que contarnos.

Night Fare es un film muy de esta época en que el cine ha derivado en un espectáculo sin profundidad, más enfocado a un público poco exigente que se contenta con lo mínimo siempre que el envoltorio resulte atractivo.

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