El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 13 de enero de 2024

Sin tiempo para morir



Dirección: Cary Joji Fukunaga.

Guión: Neal Purvis, Robert Wade, Cary Joji Fukunaga, Phoebe Waller-Bridge (Personaje: Ian Flemming).

Música: Hans Zimmer.

Fotografía: Linus Sandgren.

Reparto: Daniel Craig, Rami Malek, Léa Seydoux, Lashana Lynch, Ralph Fiennes, Ben Whishaw, Naomie Harris, Billy Magnussen, Ana de Armas, Christoph Waltz, David Dencik, Jeffrey Wright, Rory Kinnear, Dali Benssalah. 

Tras romper con su amor, Madeleine (Léa Seydoux), creyendo que lo ha engañado, James Bond (Daniel Craig) ha dejado el servicio y se ha retirado a vivir a Jamaica. Un día, sin embargo, su amigo y agente de la CIA Felix Leiter (Jeffrey Wright) acude a pedirle ayuda.

Daniel Craig había inaugurado una nueva etapa de la serie de James Bond en 2006 con Casino Royale (Martin Campbell), etapa marcada por dos cambios importantes en el enfoque de la historia: por un lado, un punto de vista más dramático y una serie de películas unidas por guión encadenado, de manera que cada nueva entrega partía de donde había concluido la anterior más o menos, dando una unidad argumental que sin embargo obligaba a seguir el orden de las cintas para poder comprender al detalle todos los acontecimientos.

Sin tiempo para morir (2021) pone el punto y final a esta serie e incide en las principales señas de identidad iniciadas en Casino Royale, pero con ciertas concesiones al espíritu de la saga.

Quizá la nota más destacable de la historia es que tenemos a un James Bond mucho más implicado personalmente en los sucesos, con una historia de amor truncada por sus recelos y que le marca más de lo que él quiere confesar. Tenemos pues un film donde el drama personal oscurece un poco la trama habitual del genio diabólico empeñado en dejar su huella a nivel mundial. En esta ocasión recurriendo a un arma biológica terrorífica. 

Lógicamente, los problemas personales de Bond se unirán sin remedio con los planes del malvado de turno, Lyutsifer Safin, un tipo rozando la locura muy bien encarnado por Rami Malek, que aporta una presencia turbadora bastante efectiva. Sin embargo, como suele ser habitual en la saga, el conflicto resulta tan increíble como estrafalario y con ello se estropean un tanto los intentos del guión de construir una historia que nos implique seriamente. Porque es imposible participar de tantos disparates que, es cierto, aportan las dosis necesarias de espectáculo, pero siempre con la impresión de que estamos ante un circo de malabares con escaso poder de convicción.

Y esa orientación al espectáculo es la que provoca que incluso los momentos más íntimos de la historia resulten un poco artificiales. La que pretende ser una apasionada y maravillosa historia de amor entre Bond y Madeleine no termina de cautivarme porque está siempre enfocada para asombrarnos, no para conmovernos.

Los intentos de darle una mayor dosis de dramatismo a la saga seguramente gustarán a muchos seguidores, pues parece enfocar las historias hacia un público más adulto y más exigente. Sin embargo, rompen un poco la personalidad de Bond, su carisma, su cinismo y su poder de seducción. Daniel Craig es un nuevo Bond, diferente a todo lo anterior, y no siempre me parece que el resultado sea mejor. En todo caso, ciñéndonos al actor, creo que ha encarnado al agente británico aportándole una fuerza muy convincente.

En lineas generales, Sin tiempo para morir es una entrega más que interesante en la serie de James Bond. Puede que algo excesiva en duración, un defecto típico de las últimas entregas, pero en cuestión de ritmo narrativo funciona bastante bien y el trasfondo personal le da un enfoque muy interesante. Quizá resulte menos espectacular que otras, incluso con algunos momentos (los tiroteos en especial) que no resultan muy convincentes, pues la facilidad con la que Bond liquida a los malos, en una coreografía demasiado planificada, le da un toque de fantasía que desmorona gran parte de la intensidad necesaria de esas escenas.

Si hablamos de la serie de films con daniel Craig, creo que son un compendio de luces y sombras. Aportan más dramatismo en busca de un enfoque menos infantil, pero se pierde la esencia del personaje y dado los argumentos tan fantásticos, no sé si tomarse las cosas tan en serio resulta la mejor elección.

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