El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 31 de enero de 2024

Misión imposible: Nación secreta



Dirección: Christopher McQuarrie.

Guión: Christopher McQuarrie.

Música: Joe Kraemer.

Fotografía: Robert Elswit.

Reparto: Tom Cruise, Jeremy Renner, Simon Pegg, Rebecca Ferguson, Ving Rhames, Sean Harris, Alec Baldwin, Simon McBurney, Zhang Jingchu, Tom Hollander, Jens Hultén.

Ethan Hunt (Tom Cruise), agente de la Agencia Misión Imposible (FMI), lleva un años detrás del Sindicato, una red secreta que pretende sembrar el caos en el mundo. Sin embargo, será el Sindicato el que capture a Ethan.

Quinta entrega de la serie de largometrajes inspirados en una conocida serie de televisión Misión imposible, emitida desde 1966 hasta 1973, Misión imposible: nación secreta (2015) mantiene el listón de la saga de entretener a base de puro espectáculo.

En este tipo de propuestas, en la línea de James Bond, el argumento, con tener su relevancia, no deja de estar siempre al servicio del espectáculo. Y en esta ocasión resulta más que evidente, con giros tan llevados al límite, como el doble juego de la agente británica Ilsa Faust (Rebecca Ferguson), que es imposible tomarlos demasiado en serio. A pesar de lo cuál, la base del argumento crea las suficientes expectativas para que sirva perfectamente como telón de fondo a las espectaculares escenas de acción, donde, además de las clásicas peleas, destaca por encima de todo la secuencia de la persecución de las motos, filmada con tal ímpetu que te pone los pelos de punta, aún sabiendo que todo es ficción.

Además, el guión también acierta con el villano de turno, en especial al elegir para interpretarlo a Sean Harris, cuya fría presencia dota a Solomon Lane de la necesaria fuerza para resultar temible, a la altura de lo que merece Ethan Hunt, de nuevo convincentemente encarnado por Tom Cruise que, a pesar del paso del tiempo, sigue dando la talla para su personaje; no es del tipo cachas, pero resulta plenamente convincente.

Christopher McQuarrie además entiende su trabajo y más que proponer escenas donde pueda destacar como director, se pone al servicio de la historia y sinceramente, consigue un film que fluye con total naturalidad, creando una historia que parece moverse como la seda. A pesar de no ser una cinta corta, el desarrollo hace que se pase volando, lo que habla muy bien del ritmo conseguido.

Es verdad que estamos ante una película que solamente busca el entretenimiento, sin complicaciones, por lo que no podemos esperar un argumento especialmente interesante. Es cine enfocado a la taquilla y a un público entregado a la diversión sencilla, sin complejos. No importa que el final sea previsible, que los buenos consigan siempre salirse con la suya casi de milagro, pues es lo que se busca y es lo que se ofrece. En este sentido, me recuerda a las películas infantiles que veía siendo un niño: no importaba nada más que la emoción que proporcionaban aquellos relatos donde siempre ganaban los buenos para regocijo nuestro. 

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