El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 28 de enero de 2024

El río de la vida



Dirección: Robert Redford.

Guión: Richard Friedenberg (Novela: Norman Maclean).

Música: Mark Isham.

Fotografía: Philippe Rousselot.

Reparto: Craig Sheffer, Brad Pitt, Tom Skerritt, Brenda Blethyn, Emily Lloyd, Edie McClurg, Stephen Shellen, Nicole Burdette, Susan Traylor, Joseph Gordon-Levitt, Vann Gravage.

Norman (Joseph Gordon-Levitt) y Paul (Vann Gravage) son los dos hijos del reverendo Maclean (Tom Skerritt), que les enseña con el mismo fervor la Biblia y la pesca con mosca.

El río de la vida (1992) es la adaptación de la novel autobiográfica de Norman Maclean donde se adivina la fascinación que pudo sentir por ella Robert Redford, que se esfuerza en realizar un film hermoso, reflexivo y lleno de sensibilidad.

La historia se centra en los dos hijos de un estricto reverendo que, no obstante, les sabe contagiar su pasión por la pesca, haciendo que ambos hermanos queden para siempre vinculados a su tierra, Montana, y conectados íntimamente con la naturaleza. Será precisamente ese amor por la pesca y por su tierra lo que mantendrá un vínculo inquebrantable entre ambos, aún cuando sean muy diferentes. Norman (Craig Sheffer) ha ido a la universidad y es una persona sensata, algo aburrida, pero que tiene claras sus prioridades en la vida. Paul (Brad Pitt) es más irresponsable, le gusta beber y apostar y no teme a nada ni a nadie.

La puesta en escena de esta historia familiar demuestra el buen gusto del director, que enfoca la narración de un modo clásico, remarcando siempre el carácter íntimo y muy personal de los recuerdos de Norman, que nos cuenta su vida desde la vejez, buscando siempre una exposición clara y directa. Era fácil caer en la sensiblería con una historia así, por ello es por lo que Redford adopta un punto de vista algo distante, evitando cargar demasiado las tintas en los momentos más delicados. Ello sin duda hemos de apuntarlo entre sus aciertos, pues de haber adoptado otro tratamiento podríamos estar hablando de un melodrama pasteloso. En cambio, la elegancia del estilo de Robert Redford evita ese riesgo, aún a expensas de ofrecer un discurso algo frío a veces. No se puede tener todo, pero en este caso me parece que el director ha elegido el camino más correcto.

Falta, tal vez, una mayor profundización en los personajes, como en la figura del padre, que hubiera requerido más matices, o de la madre, una mera comparsa. Incluso Norman y Paul no alcanzan la profundidad que me hubiera gustado y el relato se centra más en detalles superficiales. Se echan de menos, por ejemplo, diálogos entre los hermanos más profundos.

Brad Pitt ya empezaba a demostrar su carisma y la verdad es que siendo el protagonista principal Craig Sheffer, éste palidece cuando comparte pantalla con Brad Pitt. 

El río de la vida tiene una hermosa fotografía y una cuidada producción donde se nota el esmero dedicado a la cinta. Sin embargo, a pesar de los intentos de construir una bonita historia, la película se queda a medias y, aunque agradable de ver, no termina de conseguir todos sus propósitos. No se puede decir que sea superficial, pero tampoco llega al fondo de los temas abordados. 

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