El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

viernes, 8 de septiembre de 2023

Un hombre



Dirección: Martin Ritt.

Guión: Irving Ravetch y Harriet Frank, Jr. (Novela: Elmore Leonard).

Música: David Rose.

Fotografía: James Wong Howe.

Reparto: Paul Newman, Fredric March, Richard Boone, Diane Cilento, Cameron Mitchell, Barbara Rush, Peter Lazer, Margaret Blye, Martin Balsam. 

Un grupo de viajeros comparten trayecto en el mismo carruaje. Entre ellos viaja John Russell (Paul Newman), un blanco que ha sido criado por los apaches, entre los que parece encontrarse mejor que con los de su raza.

Un hombre (1967) recuerda lógicamente a La diligencia (John Ford, 1939) por el viaje de un grupo muy variopinto de personas, con un ladrón también por el medio, y porque tiene también un enfoque piscológico más que orientarse a la acción pura y dura.

El personaje clave de la historia es John Russell, por cuanto representa un elemento diferente por su pasado con los indios y por el papel que juega en el devenir del grupo que huye de sus asaltantes. Russell es un personaje enigmático, incluso desagradable por su actitud individualista y hasta un tanto cruel hacia sus compañeros de viaje. Al final explica sus razones: el odio y la crueldad con la que los blancos, que ya han sometido por completo a las tribus indias, relegándolas a reservas, tratan a los indios. Por lo tanto, Russell no siente afecto ni compasión por esas personas; como el doctor Favor (Fredric March) y su esposa Audra (Barbara Rush), que no solamente estafaron al gobierno matando de hambre a los apaches a su cargo, sino que son unos racistas convencidos. 

En el fondo, el retrato que Un hombre nos muestra de muchos de los hombres blancos es de gente egoísta, mala, avariciosa y racista. Sin embargo, a pesar de poder entender a Russell, su actitud provoca rechazo, algo que quizá no controló demasiado bien el guión.

Otro detalle que perjudica un tanto a la película es el ritmo poco ágil de la cinta. Sin duda, Martin Ritt enseña sus limitaciones al no conseguir dinamizar el relato, que sufre en muchos momentos por la falta de intensidad y de ritmo.

En cambio, si algo destaca especialmente en Un hombre son unos diálogos que en algunos momentos alcanzan la excelencia, como cuando el shérif Braden (Cameron Mitchell) rechaza casarse con Jessie (Diane Cilento) con un discurso cargado de pesimismo y dolor tras una vida fracasada y sin futuro.

Y también hemos de subrayar la convincente y honesta defensa que se hace del pueblo indio. Me hubiera gustado que fuera más profunda y contundente, pero en todo caso es de agradecer que al fin el cine norteamericano optara por ofrecernos la otra cara de la moneda de la conquista del Oeste y tuviera palabras de comprensión y apoyo hacia los grandes perdedores.

Quizá el final, un tanto previsible, tampoco termine de resultar del todo coherente con lo visto anteriormente, pues el sacrificio de Russell no parece cuadrar con su actitud durante todo el viaje. Parece más una concesión al dramatismo que se pretende conseguir en el desenlace que algo consecuente con las convicciones de Russell y que desvela el concepto excesivamente teatral que lastra la cinta.

Como vemos, estamos ante un western curioso y original. Es cierto que no es perfecto, pero al final considero que prevalecen más los aciertos que los defectos, por lo que sin duda no defraudará a los amantes del género.

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