Dirección: Charles Lamont.
Guión: Gerald Drayson Adams.
Música: Joseph Gershenson, Milton Rosen, Hans J. Salter, Frank Skinner y Edward Ward.
Fotografía: Russell Metty.
Reparto: Maureen O'Hara, Jeff Chandler, Maxwell Reed, Lon Chaney Jr., Buddy Baer, Richard Egan, Dewey Martin, Royal Dano, Susan Cabot, Judith Braun, Henry Brandon.
Para evitar tener que casarse con uno de los hermanos Barbarroja, la princesa Tanya (Maureen O'Hara) urde un plan para el que necesita capturar a Shahzada, un magnífico caballo salvaje al que también persigue el beduino Tamerlane (Jeff Chandler).
Los hermanos Barbarroja (1951) es un curioso film de aventuras un tanto exótico penalizado por un guión y una dirección de escaso nivel.
El comienzo de la historia es interesante, con el rey de Túnez siendo asesinado y ocupando su trono el traicionero príncipe Medina (Maxwell Reed), que pacta con los hermanos Barbarroja (Lon Chaney Jr. y Buddy Baer) el matrimonio de la princesa Tanya, la cuál lógicamente no desea semejante suerte y aún menos una vez que conoció al apuesto Tamerlane.
En realidad, como se ve, una historia apegada a los cánones más clásicos del género de aventuras, con el romance, los malvados, los peligros que vencer... La novedad es el curioso y excesivo protagonismo del caballo Shahzada, convertido en la pieza clave de gran parte de la historia por la obsesión de Tamerlane de capturarlo y su papel en el destino de la princesa.
En principio, nada que objetar a este extraño argumento, pero sí a su desarrollo, que no es para nada apasionante. Gran parte de la historia aparece torpemente expresada, con innumerables detalles que chirrían por su poca credibilidad o sus desajustes, con apariciones inexplicables de los malvados, por ejemplo, dando la impresión de que el desierto de Túnez tiene el tamaño de un campo de fútbol.
Además, el romance entre Tanya y Tamerlane, básico en toda la historia, está presentado también con bastante torpeza, sin que se de una progresión lógica a su atracción, que pasa de un beso al desprecio con total brusquedad. Además, los diálogos carecen de profundidad y terminan pareciendo torpes y tópicos.
Tampoco se entiende el excesivo tiempo de dedicado a la doma del caballo, con una aparatosa voz en off describiendo el proceso, y que no tiene el interés necesario como para justificar esos minutos que se hacen demasiado largos.
La impresión es que tanto el guión como la puesta en escena son demasiado elementales, sin la fuerza necesaria para cautivar al espectador, que acaba por resignarse a una sucesión de escenas repetitivas y sin mucha lógica a veces. El ejemplo más claro de esta falta de eficacia en el desarrollo lo tenemos en la carrera final, sin nervio y por lo tanto escasamente emocionante.
Si la presencia de la maravillosa Maureen O'Hara era la excusa perfecta para ver Los hermanos Barbarroja, lamentablemente su belleza no logra paliar las carencias de la película.
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