Dirección: Jean Negulesco.
Guión: Nunnally Johnson (Historia: I. A. R. Wylie).
Música: Franz Waxman.
Fotografía: Milton Krasner (B&W).
Reparto: Shelley Winters, Gary Merrill, Michael Rennie, Keenan Wynn, Bette Davis, Evelyn Varden, Warren Stevens, Beatrice Straight, Ted Donaldson, Craig Stevens, Helen Westcott.
Durante un vuelo, cuatro pasajeros entablan una incipiente amistad, quedando en volver a reunirse pasado un tiempo, por lo que intercambias sus direcciones. Sin embargo, el avión sufrirá un accidente y solo uno de los cuatro, el abogado David Trask (Gary Merrill), sobrevivirá.
Interesante película que se adentra en la naturaleza humana y los problemas comunes a la existencia, como los sueños de éxito, las relaciones de pareja, el valor o la culpa. En este sentido, Llama un desconocido (1952) representa una manera de entender el cine que hoy en día no es muy habitual ya, al menos en las realizaciones de las grandes productoras.
La cinta tiene dos partes claramente diferenciadas. En la primera vamos conociendo a los protagonistas, empezando por Trask, que abandona su hogar sin que sepamos bien el motivo, aunque intuimos que es a causa de un problema con su esposa (Helen Westcott). En el avión que lo lleva a Los Ángeles conoce a Binky (Shelley Winters), una mediocre cantante que, tras fracasar en su intento de labrarse una carrera, debe volver a casa para enfrentarse de nuevo a su odiosa suegra, Sally (Evelyn Varden).
En el vuelo también se encuentra el doctor Fortness (Michael Rennie), que le confesará a Trask el accidente de coche que sufrió hace cinco años estando borracho y que causó la muerte de tres personas. En su momento, el doctor eludió la culpa afirmando que no conducía él, pero eso solamente le llevó al alcoholismo y el aislamiento de su familia. Ahora al fin ha reunido el valor suficiente para confesar su culpa.
Y el tercer viajero con el que Trask entabla amistad es el alegre Eddie Hoke (Keenan Wynn), un bromista empedernido que no para de gastar bromas a sus compañeros de vuelo.
Hechas las presentaciones, el discurso da un giro radical con el accidente del avión. De los cuatro amigos, solo Trask sobrevive y decide consolar a los familiares de sus compañeros contándoles detalles de su relación durante el viaje.
Si la primera parte resultaba amena por cuanto íbamos conociendo a los personajes, la segunda encalla un poco y es donde se ve que la película acusa un poco el paso del tiempo. Quizá lo que más perjudica a esta parte es saber de antemano que Trask irá visitando a los familiares de cada víctima, con lo que se pierde el factor sorpresa. Es el peaje que nos obliga a pagar la construcción de la historia.
En cambio, eso se compensa con la profundidad de cada una de las visitas. Trask ayudará a reconciliar a la esposa del doctor, Claire (Beatrice Straight) con su hijo (Ted Donaldson), que culpaba a su madre del distanciamiento de su padre. También Trask cuenta una hermosa mentira sobre Binky a su suegra, presentándola como una triunfadora. Es una hermosa manera de vengar los desprecios que la suegra había infligido a esa pobre mujer.
Finalmente, cuando visita a la viuda de Eddie, Marie (Bette Davies), será el propio Trask el que encuentre al fin la manera de perdonarle a su esposa su infidelidad, comprobando cómo el bromista Eddie, un tipo al que costaba tomar en serio e incluso encontrarle alguna virtud, había demostrado un amor realmente incondicional a su esposa. Ese ejemplo hace que Trask comprenda que la única solución para su matrimonio es tener el valor suficiente para perdonar el desliz de su esposa.
Con un fuerte predominio de los diálogos, Llama un desconocido es una película que requiere paciencia. No es un film de consumo fácil. Pero a cambio nos encontramos con algunos diálogos realmente hermosos que van descubriendo las grandezas y las miserias de los protagonistas. El mensaje final es de esperanza y aquí tal vez podamos criticar la excesiva bondad del argumento y la sencillez con la que se resuelven los conflictos planteados, lo que se explicaría en parte por la necesidad de no extender demasiado la película, ajuntándola al metraje habitual. También en la resolución de los problemas se constata el relativo envejecimiento de la historia, tal vez demasiado simple y con una evidente carga moralista.
Sin embargo, si observamos con frialdad el desarrollo, hemos de reconocer que la película resulta realmente interesante y consigue perfilar con suma precisión la personalidad de cada personaje y sus conflictos. Además, hemos de reconocer que la sensación que tenemos al finalizar la cinta es de satisfacción. Hay algo gratificante cuando comprobamos que se impone cierta justicia en relación a los protagonistas y, a pesar del drama de la muerte de tres de ellos, el resultado es un mensaje positivo y gratificante.
Si además añadimos la eficacia de los actores, en especial Shelley Winters y Bette Davis en su breve aparición, tenemos una historia muy interesante narrada con cierta solvencia por Jean Negulesco que, sin hacer un trabajo sobresaliente, demuestra su solidez como narrador.
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