Dirección: Penny Marshall.
Guión: Morgan Upton Ward (Libro: Beverly Donofrio).
Música: Hans Zimmer y Heitor Pereira.
Fotografía: Miroslav Ondricek.
Reparto: Drew Barrymore, Steve Zahn, Brittany Murphy, Adam Garcia, Lorraine Bracco, James Woods, Sara Gilbert, Desmond Harrington, David Moscow, Maggie Gyllenhaal.
Beverly (Drew Barrymore) es una joven de quince años con los sueños típicos de su edad: ir a la universidad, ser una gran escritora... Sin embargo, todo se viene abajo cuando descubre que está embarazada.
Los chicos de mi vida (2001) está basada en hechos reales. No es que sea algo demasiado relevante, al menos si no eres fan de la escritora Berverly Donofrio, pero siempre es un plus que garantiza que lo que se nos cuenta sucedió realmente.
La historia es interesante, por cuanto se adentra en los problemas que surgen en la vida de la protagonista a raíz de un desliz y cómo un momento fortuito cambia su vida para siempre.
Porque el embarazo la lleva, en primer lugar, a casarse con Ray (Steve Zahn), el padre de la criatura en camino, algo que nunca habría hecho de no mediar el embarazo. También la relación con su padre (James Woods) sufrirá un cambio drástico. Pero lo peor es que todo con lo que soñaba Berverly se vendrá abajo y tendrá que afrontar una nueva vida demasiado dura para una chica de su edad.
Por si fuera poco, Ray se revela como un tipo irresponsable y bebedor, con el que nunca se puede contar para nada. Pero aún empeorará más las cosas cuando Beverly descubra que es un drogadicto.
Beverly irá saliendo adelante como buenamente podrá empujada sobre todo por intentar darle un futuro a su hijo, con el que la relación no será sencilla tampoco, especialmente cuando Jason (Adam Garcia) se haga mayor y choque constantemente con ella.
Como se ve, un drama bastante intenso. Sin embargo, Penny Marshall opta por enfocar la historia desde un tratamiento más orientado a la comedia. Hay momentos muy dramáticos, pero en general parece que el director no desea convertir la película en un relato demasiado doloroso y sombrío.
En parte, se puede entender este enfoque, el problema reside que en ningún momento, ni en los más tristes, Marshall logra contagiarnos la emoción que se adivina, de modo que vivimos todas las desgracias que le acontecen a la protagonista con cierto distanciamiento. Y ese es el principal problema, pues los sucesos tienen demasiado calado como para que no nos llegue la emoción de los mismos. A pesar de ser una historia real, cuesta verla como tal.
Afortunadamente, contamos con un reparto excelente. Drew Barrymore está impecable, demostrando un talento natural envidiable. A su lado, un soberbio Steve Zahn, cuya evolución desde el joven adolescente al yonqui la encarna de manera perfecta. James Woods, aunque en un papel muy corto, sigue demostrando su talento, lo mismo que Brittany Murphy, un soplo de aire fresco contagioso.
Lástima que finalmente ni el guión ni la puesta en escena consigan crear un relato emocionante que incluso por momentos agradeceríamos que hubiera sido acortado en su duración. Nos queda un film correcto, con el interés por una historia que por desgracia no es raro que suceda, pero sin nada realmente memorable que lo haga destacar.
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