El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 20 de septiembre de 2023

Secreto tras la puerta



Dirección: Fritz Lang.

Guión: Silvia Richards (Historia: Rufus King).

Música: Miklós Rózsa.

Fotografía: Stanley Cortez (B&W).

Reparto: Joan Bennett, Michael Redgrave, Anne Revere, Barbara O'Neil, Natalie Schafer, Paul Cavanagh, Anabel Shaw, Rosa Rey, James Seay, Mark Dennis. 

Durante un viaje a México, Celia (Joan Bennett) conoce a Mark Lamphere (Michael Redgrave), un arquitecto del que se enamora perdidamente, hasta el punto de casarse pocos días después de su primer encuentro. Sin embargo, Celia descubrirá pronto que Marc sufre repentinos cambios de humor.

Por mucho que admiremos algunas películas de Fritz Lang, verdaderas joyas del cine clásico, como M, el vampiro de Düsseldorf (1931), La mujer del cuadro (1944) o Perversidad (1945), tampoco hemos de volvernos ciegos ante películas como Secreto tras la puerta (1947), un film que flojea tremendamente por culpa de un guión lamentable. Al menos, es lo que parece viendo la película en la actualidad. Tal vez en su momento este tipo de argumentos tan teatrales resultaran interesantes. De hecho, la película nos recuerda inevitablemente a Rebeca (Alfred Hitchcock, 1940), por cuanto crea un misterio basado en los excesos y detalles increíbles que, inevitablemente, resultan en la actualidad demasiado aparatosos.

Así, el personaje de Mark nunca termina de parecer un ser de carne y hueso. Sus cambios de comportamiento, el misterio que rodea su figura, necesario para el devenir de la historia, es tan forzado que no terminamos de sentir ningún tipo de emoción hacia él, ni simpatía ni odio. Pero lo mismo sucede con todos los personajes que pueblan la historia, rebuscados, absurdos, todos como estatuas de hielo para aumentar el misterio sobre ellos. Incluso Celia resulta también un tanto extraña y no entendemos sus miedos, tal vez por manifestarse demasiado pronto y sin un motivo sólido, tal vez por esa pasión que dice sentir por su marido y que cuesta mucho creer, pues no llevan juntos el tiempo suficiente para esa profundidad de sentimientos.

Pero además, todo el tema de la colección de habitaciones relacionadas con crímenes de mujeres resulta a su vez tan teatral y rebuscada que provoca más risa que misterio. Y cuando al final se descubre el origen de las paranoias de Mark de nuevo caemos en lo absurdo, con un retorcido y estúpido trauma infantil que Celia despeja en un segundo. El añadido del incendio es la guinda de un guión plagado de despropósitos que busca resultar impactante, misterioso y dramático a base de incongruencias y exageraciones imposibles.

Solamente podemos destacar el toque misterioso que intenta añadir Fritz Lang con su puesta en escena, donde sabe jugar bastante bien con los ritmos, una fotografía muy acertada y la música de Miklós Rózsa. Pero hemos de reconocer que todo ello no es suficiente ante un guión tan rematadamente malo.

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