Dirección: Nicholas Ray.
Guión: Horace McCoy y David Dortort (Novela: Claude Stanush).
Música: Roy Webb.
Fotografía: Lee Garmes (B&W).
Reparto: Susan Hayward, Robert Mitchum, Arthur Kennedy, Arthur Hunnicutt, Frank Faylen, Walter Coy, Carol Nugent, Maria Hart, Lorna Thayer, Burt Mustin, Karen King, Jimmy Dodd, Eleanor Todd.
Jeff McCloud (Robert Mitchum) es un antiguo campeón del rodeo que conoce a Wes Merritt (Arthur Kennedy), un tipo que desea ganar el dinero suficiente para poder comparar un rancho y ve en los rodeos la forma más rápida de conseguirlo. Jeff será su entrenador.
La historia que vemos en Hombres errantes (1952), la del maestro y el discípulo, ha sido llevada muchas veces al cine. El caso que me viene primero a la cabeza es El buscavidas (Robert Rossen, 1961), uno de los títulos más representativos de este tipo de propuestas.
En Hombres errantes la acción se centra en el mundo del rodeo, con un marcado contraste entre el aire triunfal y espectacular de las puestas en escena para el público, ansioso de ver a sus héroes en acción, y la realidad que viven los protagonistas, con las lesiones físicas y morales gravadas en sus cuerpos.
El ejemplo perfecto es el propio Jeff, una figura famosa entre el público y sus compañeros pero un tipo que arrastra una lesión de su último rodeo, solitario y sin un céntimo en el bolsillo. Lo que ganó en años de rodeos lo perdió rápidamente también en juergas y en el juego. Su figura contrasta con la de Wes, lleno de ambiciones y sueños, como el de ser su propio patrón con un rancho de su propiedad. Para reunir los cinco mil dólares que necesita para comprarlo, Wes decide probar suerte en los rodeos, a pesar de las advertencias de su esposa Louise (Susan Hayward).
Si las pretensiones de Nicholas Ray son interesantes, creando un drama sobre las expectativas no cumplidas, los sueños truncados y la soledad, la manera de ponerlas en imágenes no es del todo acertada. O no tanto como me hubiera gustado.
Por un lado, el director dedica demasiado tiempo a mostrar imágenes de rodeos. Es cierto que son necesarias para ambientar el drama, pero a la larga me parecieron excesivas, alargan demasiado la duración de la cinta y terminan resultando repetitivas. Porque además, no ayudan a una mayor profundización de lo verdaderamente interesante del argumento: la relación de Jeff con Louise y Wes, que es lo que debería ser el verdadero eje de la película y no llega a serlo porque el guión se pierde en detalles mucho menos importantes.
La prueba del fallo de enfoque la tenemos en la escena en la que Jeff le confiesa a Louise lo que siente por ella, algo que incomprensiblemente se nos ha ocultado durante todo el tiempo, y que ese es el motivo por el que está junto a Wes, no por el dinero. Es el único momento realmente intenso de la cinta y nos demuestra todo el potencial de esa relación a tres bandas que finalmente se desperdicia casi totalmente.
Por eso, a pesar de contar con un buen reparto, el resultado es una película bastante fría, que se queda más en lo anecdótico y no aprovecha el potencial de las relaciones que se insinúan. Además, el final tampoco me resultó especialmente convincente, sobre todo por lo repentino que sucede todo, cogiéndonos totalmente desprevenidos y con la decisión final de Wes un tanto precipitada.
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