Dirección: Henry Hathaway.
Guión: Jerome Cady y Jay Dratler.
Música: Alfred Newman.
Fotografía: Joe MacDonald (B&W).
Reparto: James Stewart, Richard Conte, Lee J. Cobb, Helen Walker, Betty Garde, Kasia Orzazewski, Joanne De Bergh, Howard Smith, Moroni Olsen, John McIntire, Paul Harvey, E. G. Marshall.
En 1933, Frank Wiecek (Richard Conte) fue condenado a 99 años de prisión por un crimen que no cometió. Once años después, su madre publica un anuncio ofreciendo una recompensa de cinco mil dólares para quien encuentre a los verdaderos culpables.
Yo creo en ti (1948) está basada en hechos reales y es un dato imprescindible para entender el desarrollo de la película, desde la larga presentación por medio de una voz en off hasta el tono próximo a un documental.
La historia de un inocente injustamente condenado además adquiere mucha más importancia al saber que sucedió realmente. En lo que peca sin duda la cinta es de presentar tal vez con demasiado énfasis la bondad del propio Wiecek y de las personas relacionadas con él, como su madre (Kasia Orzazewski), su exmujer (Joanne De Bergh) e incluso el nuevo esposo de esta (E. G. Marshall). Todos destilan casi un aura de santidad que hace menos creíble un relato que pretende ajustarse a la verdad.
De hecho, es ese afán por seguir los pasos de los acontecimientos lo que termina restando emoción a la historia, aferrada en apegarse tanto a lo sucedido que termina perdiendo la densidad humana del relato, con algunas secuencias narradas de un modo mecánico que no contribuyen a meternos en la historia y que curiosamente contrastan con el tono angelical de los buenos de turno.
Sin duda, lo más interesante de la película es la progresiva transformación del escepticismo inicial del periodista McNeal (James Stewart) a medida que va conociendo a los implicados en persona, escuchando su relato y terminando por admitir que en efecto Wiecek ha sido encarcelado injustamente.
Otro acierto de la cinta es contar con un reparto lleno de muy buenos actores, empezando por el genial James Stewart y siguiendo por un convincente Richard Conte o el magnífico Lee J. Cobb. Es verdad que a estos dos últimos no se les saca todo el partido posible, pero sus apariciones son certeras. El peso de la historia recae en James Stewart, con su imagen genuina de hombre honesto y luchador infatigable en post de la verdad.
Lo que sí que me gustaría resaltar es la frase final de James Stewart, una vez que Wiecek es puesto en libertad, afirmando que pocos gobiernos hubieran rectificado su error, como finalmente hizo el de los Estados Unidos, en un evidente intento de disculpar el fallo del sistema que condenó injustamente a un hombre, arruinando su matrimonio entre otras graves consecuencias. Resulta un añadido llamativo que imagino que era casi obligado incluir.
Encuentro por lo tanto que el tema tratado y la seriedad con que se afronta son puntos a tener en cuenta, pero el conjunto resulta un tanto frío y ello penaliza la experiencia general. ¿Vale la pena? claro que sí, pero aceptando sus limitaciones.
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