El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 3 de septiembre de 2023

Todos los hermanos eran valientes



Dirección: Richard Thorpe.

Guión: Harry Brown (Novela: Ben Ames Williams).

Música: Miklós Rózsa.

Fotografía: George J. Folsey.

Reparto: Robert Taylor, Stewart Granger, Ann Blyth, Betta St. John, Keenan Wynn, James Whitmore. Kurt Kasznar, Lewis Stone, Robert Burton, Peter Whitney.

Joel Shore (Robert Taylor) sucede a su hermano Mark (Stewart Granger) como capitán de un ballenero. Mark desapareció en extrañas circunstancias tiempo atrás y se le ha dado por muerto. Joel pretende llegar a la zona de su desaparición para saber lo qué sucedió.

Todos los hermanos eran valientes (1953), tercera versión cinematográfica de una novela de Ben Ames Williams, es una película de aventuras rodada por todo un experto en el género: Richard Thorpe, que en los años 50 del siglo XX nos dejó algunas películas inolvidables como Ivanhoe (1952) o El prisionero de Zenda (1952), la primera de ellas con Robert Taylor y la segunda con Stewart Granger precisamente.

La nota distintiva de esta película es la relación entre los dos hermanos, cargada de tensión y detalles psicológicos, como que el mayor, Mark, abusaba del pequeño, Joel, siendo niños y ahora parece querer repetir la historia, con la mención a los juegos. Palabra que también se refiere nada menos que a Priscilla (Ann Blyth), la esposa de Joel y de la que también está enamorado Mark. De hecho, queda la duda de si Priscilla se casó con Joel por haber creído que Mark había muerto. De no haber desaparecido Mark y haber sido dado por muerto, todo parece indicar que Priscilla se hubiera casado con él. Muchos detalles delatan la admiración de la mujer por Mark y su repentina aparición despierta viejos afectos en ella.

Pero Mark es un tipo que se ha endurecido por todo lo vivido en esos años desaparecido: ha perdido a una mujer a la que amaba y se ha visto trasformado por la avaricia. Ahora es un hombre egoísta, cínico y manipulador que no dudará en enfrentarse a su hermano y ponerlo en una situación desesperada con tal de salirse con la suya.

Como vemos, un argumento un tanto atípico para un film de aventuras clásico, que le da un enfoque muy diferente a la historia. No prima la acción, ni los protagonistas resultan ser unos héroes intachables. De ahí que la película pueda defraudar a todos aquellos que esperaban un espectáculo orientado solamente a la acción y la épica.

Sin embargo, creo que el conflicto entre Joel y Mark le da un punto de tensión realmente atractivo a la historia. Lástima que el desenlace no resulte muy consecuente con lo visto y se ofrezca un arreglo que sirve componer un final conveniente, pero no convincente.

Richard Thorpe demuestra su pericia tras muchos años de buen trabajo y hace que incluso los momentos menos dinámicos no entorpezcan el ritmo. Además, tanto Robert Taylor como Stewart Granger era sólidos actores que encajaban a la perfección en sus papeles, con el añadido de contar con la delicada y hermosa Ann Blyth, que aporta ingenuidad a su papel de mujer dividida entre los dos hermanos.

Sin duda, un film con un punto original realmente interesante. Una muestra más de la calidad del cine clásico, que era capaz de aunar diversas historias dentro de un espectáculo sencillo pero potente.

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