Dirección: Brian Kirk.
Guión: Matthew Carnahan y Adam Mervis.
Música: Alex Belcher y Harry Jackman.
Fotografía: Paul Cameron.
Reparto: Chadwick Boseman, Sienna Miller, J. K. Simmons, Taylor Kitsch, Stephan James, Toby Hemingway, Keith David, Gary Carr.
Una noche, Ray (Taylor Kitsch) y Michael (Stephan James), dos ladrones de poca monta, entrar a robar droga en un local de Brooklyn. Pero la cosa se complica y cuando se ven rodeados de policías, se abren paso a tiros.
No me esperaba gran cosa de Manhattan sin salida (2019). De entrada, parecía un simple film de acción de los que florecen a cientos y que resultan más o menos cortados por un mismo patrón. De ahí mi sorpresa al ver que la cinta de Brian Kirk se salía de lo estereotipado del género y, sin crear nada realmente novedoso, sí que mostraba la eficacia de un planteamiento sencillo, directo y sin adornos.
Dicen los entendidos que la película vuelve a lo que eran los thrillers policíacos en los años setenta del siglo pasado. No soy un experto en el género, pero sí que es cierto que Manhattan sin salida tiene la virtud de no querer ser más de lo que es, algo que a veces en el pretencioso cine actual se olvida con frecuencia, para desgracia nuestra.
La historia es sencilla: un robo que acaba tan mal que mueren nada menos que ocho policías a manos de dos ladrones, que se convierten de inmediato en blanco de todas las fuerzas policiales de Nueva York. Al mando de su búsqueda se nombra a Andre Davis (Chadwick Boseman), un policía con fama de tener el gatillo fácil, lo que a la postre se desvela como la razón principal de su elección. Y es que detrás del robo, Andre empieza a sospechar que hay algo más de lo que aparece en la superficie. Y cuanto más va conociendo de los hechos, sus sospechas no hacen sino aumentar.
Un argumento no demasiado original que nos llevará directamente a una corrupción policial sistemática en la comisaria 85, a donde pertenecían precisamente las ocho víctimas. El acierto de Kirk es afrontar la historia con total sencillez, sin buscar adornarla con excesos o vueltas extrañas.
Las escenas de acción son trepidantes, pero realistas y convincentes. Ni los delincuentes ni los policías son super hombres y el resultado es que esos momentos destilan autenticidad. A menudo se suele cometer el error de forzar las tintas y los personajes pierden sentido. Esto no pasa aquí, ni siquiera el despiadado Ray es presentado como un pirado, sino sencillamente como un tipo duro; nada más y nada menos. Y por ello nos lo creemos, lo mismo que a Michael, mucho menos violento.
Por otra parte, la investigación para identificar y localizar a los ladrones se realiza también con todo el sentido común, de manera que de nuevo sentimos que estamos viendo algo coherente y creíble.
El director, en su afán de sencillez, despoja a toda la cinta de lo superfluo, así, no tenemos escenas de relleno ni romances forzados. Se va directo a lo que importa y ello hace que el relato vaya como sobre raíles, sin desvíos, con ritmo y tensión constantes.
Incluso el desenlace, cuando se revela la trama de corrupción, resulta del todo normal, sin caer en exageraciones o complicaciones extrañas. No hay giros de última hora y el desenlace, con tiroteo incluido, entra dentro de la normalidad y eficacia que preside toda la historia.
Manhattan sin salida es la demostración evidente que la sencillez resulta, casi siempre, mucho más eficaz en todos los sentidos que los aparatosos intentos de buscar la originalidad a toda costa. No es una película excepcional, pero en su enfoque directo tiene su gran virtud y al final funciona a la perfección.
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