El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

jueves, 21 de septiembre de 2023

Corazones de hierro



Dirección: Brian De Palma.

Guión: David Rabe (Libro: Daniel Lang).

Música: Ennio Morricone.

Fotografía: Stephen H. Burum.

Reparto: Michael J. Fox, Sean Penn, Don Harvey, John C. Reilly, John Leguizamo, Thuy Thu Le, Erik King, Jack Gwaltney, Dan Martin, Ving Rhames.

En Vietnam, durante una misión, el sargento Meserve (Sean Penn), al frente de un pelotón de cinco hombres, rapta a una joven vietnamita en una aldea y se la lleva con ellos con la intención de violarla.

Hay algo en Brian De Palma que no termina de convencerme. Me parece un director con oficio, elegante y ambicioso, pero le falta profundidad a sus películas, les falta alma. Y Corazones de hierro (1989) me parece un ejemplo magnífico de estas carencias.

El mayor inconveniente que le encuentro es que en ningún momento me sentí conmovido por lo narrado que además está basado en hechos reales, lo que aumenta el interés y el dramatismo de la historia. Pero Brian De Palma es incapaz de dotar al relato de pasión, de convertirlo en algo palpable, que no se quede en un simple argumento de una película, que finalmente es que lo transmite. Ni siquiera en los momentos más trascendentales logré ver lo que estaba pasando como algo verdadero. Puede que parte de la culpa se deba a una puesta en escena demasiado artificiosa, prolongando los momentos clave como si de esa manera se acentuara el drama. Lo que parece que no comprende el director es que la fuerza dramática de las escenas no depende de su duración, a veces es suficiente con un solo segundo para lograr crear el instante perfecto. Pero para ello hay que tener talento, sensibilidad. 

Otro detalle que no termina de encajar es la elección de Michael J. Fox para el papel protagonista. Al menos en esta ocasión no termina de resultarme convincente. Su falta de garra además es más notable porque al lado tiene a Sean Penn, al que le sobra el talento que a Fox parece faltarle.

Tampoco acaba de funcionar la manera de alargar toda la parte central del rapto de la mujer vietnamita con escenas un tanto repetitivas cuya función parece ser solamente alargar la llegada del momento crítico, que el director tampoco llega a plasmar con la fuerza deseable.

Y ya el colmo de todo es la parte del juicio, que De Palma escenifica de un modo tan artificioso y precipitado que convierte un momento decisivo en un simple trámite para resolver el conflicto por la vía rápida.

La verdad es que es una pena el poco acierto de Brian De Palma en su puesta en escena, pues el argumento es un poderoso alegato contra la irracionalidad de las guerras, cómo sacan lo peor del ser humano cuando es llevado al límite. Por triste que parezca, todo el dolor y el sufrimiento que generan las guerras solamente parecen provocar rabia, insensibilidad y crueldad, en lugar de compasión. Pero Corazones de hierro no consigue plasmar estas ideas con la fuerza y la convicción necesarias.

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