Dirección: Robert Zemeckis.
Guión: Steven Knight.
Música: Alan Silvestri.
Fotografía: Don Burgess.
Reparto: Brad Pitt, Marion Cotillard, Jared Harris, Matthew Goode, Lizzy Caplan, Anton Lesser, August Diehl, Camille Cottin, Charlotte Hope.
1942, Segunda Guerra Mundial. Enviado al Marruecos francés en una misión arriesgada, Max Vatan (Brad Pitt) debe formar equipo con Marianne Beauséjour (Marion Cotillard), de la Resistencia francesa. Lo que comienza siendo un simple engaño, acabará convertido en verdadero amor.
Aliados (2016) es una película muy ambiciosa, de corte muy clásico, que el director se esfuerza en llevar a buen puerto y casi lo consigue, pero el guión no termina de ayudar demasiado.
El primer detalle que choca de entrada es la recreación de los años 40 del pasado siglo. No es que sea mala, sino que no trasmite noción de autenticidad. Por mucho que se esmeren en los decorados, coches, vestuario, etc. siempre tenemos la impresión de que es todo un montaje.
Otro elemento que no se ha cuidado demasiado es el romance entre Marianne y Max, que surge de repente casi como por arte de magia. No habría costado mucho dedicarle unos minutos a su enamoramiento, pues es la clave de todo lo que sucede después. Pero el guionista parece convencido que con una simple declaración precipitada es suficiente.
Y de nuevo en otro momento clave, cuando los protagonistas se cargan al embajador alemán, volvemos a tener la impresión de que a la escena le falta credibilidad. A parte de que la planificación también se descuida, con lo que desconocemos la misión de la pareja hasta que empieza el jaleo, otro fallo incomprensible del guión; la escena carece de peso, resulta poco convincente y mucho más lo sencilla que resulta, con una huida demasiado fácil cuando Max anunciaba que tenían pocas posibilidades de salir con vida.
Tras esta primera parte llega la más floja, un intermedio donde Zemeckis sigue demostrando su gusto por contar la historia sin prisas pero, como es una parte sin mucha miga, termina por hacerse algo aburrida. Afortunadamente, el tramo final sí que proporciona emociones fuertes, pues por primera vez tenemos una tensión que esta vez se explica desde el principio, de manera que participamos de ella casi con la misma intensidad que Max, que ve de pronto todo su mundo en peligro de saltar por los aires.
Como él, rezamos para que las sospechas que se ciernen sobre su esposa sean falsas, aunque sabemos que un film de este corte suele ser bastante previsible. Zemeckis se esfuerza en dotar a esta parte de gran intensidad, pero falla en parte por su ambición de hacer algo grande, lo que le lleva a perder un poco el sentido de la proporción y jugar en exceso con las incertidumbres, que funcionan a ratos y a otros desesperan un poco.
El resultado final es una historia bastante dramática a la que ni el guión ni el director lograron darle toda la fuerza que exigía. Estamos ante un film muy correcto, elegante, narrado buen gusto, pero que no consigue crear sensación de autenticidad. Parece todo demasiado estudiado. Una pena.
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