El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

jueves, 14 de septiembre de 2023

El día que vendrá



Dirección: James Kent.

Guión: Joe Shrapnel, Anna Waterhouse y Rhidian Brook (Novela: Rhidian Brook).

Música: Martin Phipps.

Fotografía: Franz Lustig.

Reparto: Keira Knightley, Alexander Skarsgård, Jason Clarke, Flora Thiemann, Alexander Scheer, Kate Phillips, Fion O'Shea, Jannik Schumann, Ivan Schvedoff, Pip Torrens, Monika Kvasničková.

En 1946, Rachael Morgan (Keira Knightley) viaja a Hamburgo para reunirse con su marido Lewis (Jason Clarke), un oficial británico que participa en las labores de reconstrucción de la ciudad.

El día que vendrá (2019) nos presenta una historia de dolor y pasión, o eso pretende, pues el problema es que el guión no logra transmitir toda la fuerza que encierran sus premisas y la dirección de James Kent es tan elegante como fría.

Parte del problema de El día que vendrá es que resulta demasiado previsible. El encuentro de Lewis y Rachael en la estación, al comienzo de la historia, ya delata que hay un abismo que los separa. Y de la misma manera, la primera vez que Rachael se encuentra con Stefan (Alexander Skarsgård) no cuesta mucho adivinar el romance entre ambos que se avecina. Es decir, el guión no es demasiado sutil en las presentaciones, pero lo peor será que tampoco demostrará la suficiente profundidad a la hora de desarrollar los dramas que sacuden a los protagonistas.

El matrimonio de Rachael y Lewis está roto por la pérdida de su hijo durante la guerra. Eso se adivina claramente, pero el guión opta por dejar en penumbra el centro del conflicto justo hasta el final. Es verdad que resulta creíble que el dolor de una pérdida semejante impida que los padres del niño se confiesen las raíces últimas de su dolor, pero dejar este detalle hasta el final penaliza un poco el que nos impliquemos más en los problemas de la pareja. Se podría haber conservado el desenlace tal cual pero añadiendo antes algún elemento que nos permitiera comprender mejor el problema.

Tampoco el romance entre Rachael y Stefan tiene el desarrollo deseable. Su pasión brota de manera demasiado repentina y lo mismo pasa a continuación con su relación: parece meramente física, pues el guión no se molesta en establecer una complicidad entre ellos basada en algo más que el deseo.

Incluso un tema tan importante como la difícil relación entre vencedores y vencidos, con la lógica rabia y desconfianza mutuas, junto con la actitud de unos de pasar página y ser compasivos y de otros de no perdonar o buscar la venganza, se queda un tanto en el limbo también. Y es una pena, porque era otra rama de la historia que podría haberse desarrollado mucho más.

Da la sensación de que los autores del drama se contentaron con una impecable presentación, confiando a la belleza de las imágenes, el ritmo pausado y la delicadeza de algunas secuencias todo el poder evocador de la historia. Pero si no consigues profundizar en lo que muestras, el resultado es el que tenemos aquí: una historia de precioso envoltorio pero fría. Y con un drama tan intenso, que no seamos capaces de conmovernos es lo peor que se puede decir.

Es cierto que los últimos minutos nos dejan un buen sabor de boca, con la confesión de Lewis a su esposa de los motivos de su distanciamiento y la comprensible y más que lógica decisión de ella para rehacer su vida. Pero cinco minutos de cierta intensidad no bastan. Una pena, porque con una mejor concepción estaríamos hablando de una historia apasionante.

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