El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

jueves, 28 de septiembre de 2023

Mi amigo el gigante



Dirección: Steven Spielberg.

Guión: Melissa Mathison (Cuento: Roald Dahl). 

Música: John Williams.

Fotografía: Janusz Kaminski.

Reparto: Ruby Barnhill, Mark Rylance, Penelope Wilton, Jemaine Clement, Rebecca Hall, Rafe Spall, Bill Hader, Ólafur Darri Ólafsson, Adam Godley, Michael Adamthwaite, Daniel Bacon, Jonathan Holmes, Chris Gibbs, Paul Moniz de Sa.

Sophie (Ruby Barnhill) es una niña huérfana que vive en un orfanato. Una noche, por casualidad, descubre a un gigante (Mark Rylance) rondando cerca del orfanato. Éste, al ser descubierto, no tiene más remedio que llevarse a la niña a su casa, en el país de los gigantes.

De nuevo Steven Spielberg regresa al mundo de la fantasía con Mi amigo el gigante (2016), adaptación un cuento de Roald Dahl que seguramente a muchos espectadores les recordará a E.T., el extraterrestre (1982) por la historia de la amistad de una niña con un ser de otro mundo, de nuevo bondadoso y entrañable.

He de reconocer que el cuento no es excesivamente imaginativo ni tiene un fondo dramático suficientemente importante como dar lugar a una historia apasionante. Es un defecto de partida que en todo caso no creo que se pueda achacar al director, sino al material en que se basa el guión.

Por ello, es evidente que las aventuras de Sophie y el gigante no son de esas memorables que te enganchan al sillón de principio a fin. Es más bien un relato muy básico sobre la amistad y el cariño posibles entre dos seres muy diferentes cuando reina la confianza, el respeto, la curiosidad y, por encima de todo, la bondad. En este sentido, podríamos interpretar Mi amigo el gigante como un canto a la tolerancia, el respeto y la amistad.

Lo que es innegable es la maestría de Steven Spielberg para dar forma a una idea tan sencilla con un despliegue de su talento que nos vuelve a dejar sin palabras. Apoyándose en la música siempre eficaz y hermosa de su gran colaborador John Williams, Spielberg saca a relucir su sentido innato del espectáculo con un universo maravilloso de colores radiantes, paisajes fantásticos y criaturas tan fascinantes como sorprendentes. Es un placer contemplar cómo el director mueve la cámara con absoluta precisión y originalidad en un mundo fantástico lleno de detalles maravillosos, dándole a la película un desarrollo lleno de imaginación y talento.

El buen gigante, con un trabajo excelente del magnífico Marlon Rylance, que convierte a su personaje en entrañable, resulta un derroche de simpatía, con su manera tan peculiar de hablar, además de desprender ternura por los cuatro costados. Y los gigantes malos, de nombres tan imaginativos como descriptivos, resultan tan simpáticos que cuesta cogerles antipatía y hasta nos alegramos que su final sea un simple destierro.

Con pequeños detalles marca de la casa, Spielberg termina sacando petróleo de una historia demasiado básica que, en sus manos, cobra vida gracias a su sentido del humor y su capacidad para emocionarnos con una felicidad pasmosa, como en la escena final y ese: "Buenos días amigo gigante", que grita Sophie en la ventana para que le llegue su saludo a su mejor amigo. Es una escena absolutamente sencilla y, sin embargo, capaz de emocionarnos profundamente.

Es verdad que este director nos tiene acostumbrados a tal grado de calidad en la mayor parte de sus películas que Mi amigo el gigante no puede competir al nivel de sus obras más reconocidas pero, en su modestia, me parece una película muy aprovechable y con esa dosis de bondad y ternura que solamente este director es capaz de expresar sin caer en la cursilería.

No hay comentarios:

Publicar un comentario