Dirección: Tom Shadyac.
Guión: Paul Guay y Stephen Mazur.
Música: John Debney.
Fotografía: Russell Boyd.
Reparto: Jim Carrey, Maura Tierney, Justin Cooper, Jennifer Tilly, Amanda Donohoe, Jason Bernard, Cary Elwes, Swoosie Kurtz, Anne Haney.
Fletcher Reese (Jim Carrey) es un abogado ambicioso que no repara en nada para ganar sus casos. Y tampoco es un buen padre, incumpliendo repetidas veces las promesas hechas a su hijo Max (Justin Cooper), que precisamente el día de su cumpleaños pide como deseo que su padre no pueda mentir durante un día entero.
Hay un humor bastante burdo, chabacano, que no se asienta en el ingenio con el que se elaboran las situaciones, sino en bromas basadas en el ridículo, la exageración. Y en la época en se rodó Mentiroso compulsivo (1997), Jim Carrey era el exponente perfecto de ese tipo de humor.
Carrey, que es mejor actor de lo que este tipo de papeles puede hacer pensar, basaba su comicidad en las muecas, recordando un poco a Jerry Lewis, otro actor con un estilo parecido y cuyas bromas, como las de Carrey, me producen más vergüenza que otra cosa.
De ahí que Mentiroso compulsivo no me haya arrancado ni una sonrisa, lo cuál para un film decididamente orientado a la comedia es terrible. Pero es que no hay diálogos ingeniosos ni situaciones interesantes a lo largo de toda esta historia, que resulta tan predecible como escasamente original. No cuesta nada saber que el mal padre y mala persona que es Fletcher acabará aprendiendo la lección y, gracias al deseo de su hijo, encontrará la felicidad asumiendo sus responsabilidades como adulto y como padre, encontrando en la sinceridad una inesperada fuente de alegría que le permitirá reconciliarse consigo mismo y con su familia, llevándonos así a un final feliz tan empalagoso como falto de imaginación.
No dudo que este tipo de películas tienen un público que las disfruta como si fueran oro puro. De hecho, son propuestas que suelen funcionar bien, pues se dirigen a un público muy amplio y al ser inocentes e intrascendentes no requieren gran esfuerzo para disfrutarlas.
Si hemos de reconocer que debe haber un cine para toda clase de espectadores, es evidente que Mentiroso compulsivo cumple con su función de entretener a sus fans. De hecho, creo que la gente que acudía a ver esta película esperaba precisamente de Jim Carrey ese despliegue de gestos que lo aproximan mucho a un dibujo animado.
Sin embargo, para el público que disfruta con Los hermanos Marx, Woody Allen, Billy Wilder o Ernst Lubitsch, Mentiroso compulsivo no ofrece nada realmente apasionante. Ni la historia, ni los personajes, ni las situaciones tienen suficiente entidad como para resultar mínimamente interesantes.
Solamente puedo recomendarla para ese público fiel a este estilo de humor tan vulgar y escaso de ingenio. Para los demás, mejor no perder el tiempo con esta película.
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