Dirección: John Farrow.
Guión: Frank Fenton.
Música: Bronislau Kaper.
Fotografía: Robert Surtees.
Reparto: Robert Taylor, Ava Gardner, Howard Keel, Anthony Quinn, Kurt Kasznar, Ted de Corsia, Charlita, Walter Baldwin, Jack Elam.
King Cameron (Howard Keel) llega a una región al sur de Texas con su esposa Cordelia (Ava Gardner) con la intención de sacar adelante un rancho. Pero José Esqueda (Anthony Quinn), un bandido que impone su ley sobre el territorio, está decidido a echarlo.
Una vida por otra (1953) es un western que enfoca los conflictos en las relaciones personales de los protagonistas, dejando la acción de lado. Es pues un exponente del nuevo enfoque que iba apoderándose del género conforme entrábamos en la década de los cincuenta.
La película plantea múltiples conflictos que irán creciendo hasta el momento crucial del desenlace. Por una lado, está la relación de Esqueda y Río (Robert Taylor), criados como hermanos pero con diferentes valores. Mientras Esqueda es un bandido sin conciencia ni remordimientos, capaz de matar a un hombre por beber de su botella, Río es un solitario y un escéptico, amargado por un estilo de vida que no le gusta, sin futuro ni ilusiones. Al menos hasta que conoce a Cordelia, por la que se siente de inmediato fascinado. Sin embargo, Río es un hombre de principios y comprende que la atracción mutua que ambos sienten no tiene futuro. Además, Río respeta a King Cameron y su honor parece impedirle traicionarlo. Por eso, cuando Cordelia lo besa, él la abofetea.
Es esta una escena curiosa, pues es la mujer la que toma la iniciativa. A pesar del rechazo, Río no dudará en sacrificarse por el futuro de Cameron y Cordelia, un matrimonio que no parece fruto del amor, sino de la necesidad de emprender una nueva vida tras el sufrimiento provocado por la Guerra Civil, una relación de conveniencia en la que King solo parece amar con pasión su sueño de explotar un rancho, que nos depara además otro momento realmente excelente cuando Cordelia, reconociendo su infidelidad, le pregunta a su marido qué puede hacer y él le responde: "Puedo perdonar cualquier cosa que puedas olvidar". Lo que nos lleva directamente a uno de los aspectos más interesantes de la película: los diálogos, verdaderamente mucho más profundos que lo que suele ser habitual en el western, siempre cortantes, profundos, a veces algo rebuscados, pero que a la postre son los que le otorgan a Una vida por otra su personalidad.
Los diálogos y Anthony Quinn, con un personaje excesivo, violento, duro, pero a la vez con la patente debilidad de su amor hacia Río, al que juró proteger. Esqueda representa el viejo Oeste, el de la ley del más fuerte, y que la civilización, representada por Cameron, va a barrer del mapa. Esqueda sabe que su modo de vida tiene los días contados, pero no está dispuesto a rendirse sin luchar y plantará cara a todos los Cameron que intenten alterar las cosas. No es nada personal, como le confiesa a Cordelia, es solo supervivencia.
Estamos pues ante un western cargado de amargura, de violencia, de remordimientos y de pasión reprimida. Y por aquí es por donde John Farrow demuestra sus debilidades, pues con todo este material nos ofrece un relato más bien frío, plagado de conversaciones grandilocuentes pero que no contagian emoción. Incluso, se cae en la repetición de situaciones, con tantos amagos y amenazas que no germinan que uno termina algo desencantado.
Y sobre todo, la atracción contenida de Cordelia y Río es uno de los puntos de la historia más desaprovechados, al contrario que el conflicto entre Río y Esqueda, quizá con demasiado protagonismo.
Eso sí, contamos con la presencia de Ava Gardner que en esta película me pareció especialmente atractiva. Más allá de su belleza, cada vez que salía en pantalla transmitía una fuerza, una presencia tan rotunda que acaparaba completamente el protagonismo. Es de esas mujeres que no necesitaban actuar, su sola presencia era suficiente.
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