Dirección: Curtis Hanson.
Guión: Steve Kloves (Novela: Michael Chabon).
Música: Christopher Young.
Fotografía: Dante Spinotti.
Reparto: Michael Douglas, Tobey Maguire, Frances McDormand, Katie Holmes, Rip Torn, Robert Downey Jr., Jane Adams, Philip Bosco, Richard Thomas, Richard Knox, Michael Cavadias.
Grady Tripp (Michael Douglas), un profesor de literatura, no está atravesando por su mejor momento personal, su mujer acaba de abandonarlo, ni profesional, no logra terminar su segunda novela. Y no parece que pueda arreglar las cosas en un futuro cercano.
Algunas películas te atrapan nada más comenzar a verlas. De alguna manera te implicas en su relato y participas de ellas con creciente interés. Pues bien, con Jóvenes prodigiosos (2000) me pasó exactamente lo contrario, no era capaz de ver hacia dónde iba la historia.
Quizá precisamente sea eso, el que no sabemos qué quiere contarnos Curtis Hanson, el mayor inconveniente de la cinta. Arranca el film con una serie de personajes interactuando de manera un tanto artificial, cuesta tomarlos como personas reales. Tenía la impresión que solo eran personajes de una obra, caracterizados a base de tópicos y que se movían sin una meta clara, simplemente en un estudiado desorden o falta de precisión. La idea, imagino, era contar un relato cercano, algo que podría considerarse la realidad de la vida universitaria, con sus alumnos, sus profesores y las expectativas de un grupo de escritores, famosos o potencialmente famosos.
Sin embargo, la impresión que me daba era de la una historia sin fuerza, con personajes que en realidad no me decían nada. De esta manera, me sentía indiferente a sus problemas y tampoco acababa de comprender el comportamiento de Grady para solucionar de manera sencilla ciertos problemas, como confesar a su amante Sara (Frances McDormand) que el perro de su marido (Richard Thomas) estaba muerto o devolverle la chaqueta que había pertenecido a Marilyn Monroe y que el joven James (Tobey Maguire) había robado. Si la intención era alargar estos incidentes con fines cómicos, la verdad es que no se consigue y solamente acaban siendo como un grano molesto en torno al que gira el insustancial argumento.
Porque Jóvenes prodigios pretende ser una comedia con ciertos toques dramáticos, pero al final nada termina por cobrar la fuerza suficiente, ni los personajes ni sus problemas, para que nos impliquemos con interés en sus vidas.
Pero lo peor quizá esté en el final. Si el relato pretendía ser un enfoque moderno y liberal, con cierto toque transgresor, de las vicisitudes personales y profesionales de Grady, en el desenlace el guión se vuelve hacia los patrones más clásicos y normales y compone un arreglo perfecto para las aventuras de todos los protagonistas, donde reinan las buenas intenciones y el deseo de ofrecer un desenlace esperanzador. Aunque no vuelve a quedar muy claro el motivo de ello.
Definitivamente, me ha resultado un film pretencioso y vacío.
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