El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 18 de septiembre de 2023

Érase una vez en... Hollywood



Dirección: Quentin Tarantino.

Guión: Quentin Tarantino.

Música: Varios.

Fotografía: Robert Richardson.

Reparto: Leonardo DiCaprio, Brad Pitt, Margot Robbie, Emile Hirsch, Margaret Qualley, Timothy Olyphant, Julia Butters, Austin Butler, Dakota Fanning, Bruce Dern, Mike Moh, Luke Perry, Damian Lewis, Al Pacino.

Rick Dalton (Leonardo DiCaprio) es un actor que empieza la cuesta abajo en su carrera. Para intentar salir de los papeles de malo en que se está encasillando, decide aceptar la propuesta de rodar spaghetti westerns en Europa como protagonista.

Érase una vez en... Hollywood (2019) es todo un homenaje de Quentin Tarantino al mundo del cine y también al final de los años sesenta, pues a parte de las numerosas citas de actores y películas de aquellos años, Tarantino llena su historia de canciones y programas de la época.

Normalmente, basta con hacer una película de estas características para que la crítica se rinda sin reservas a esta creación. Y si además el artífice es Tarantino, con su legión de admiradores incondicionales, el resultado es una avalancha de elogios desmedidos. 

Así que se entiende que me sienta como un bicho raro al no encontrar rastro alguno de obra maestra en esta cinta. Puede que se deba a que no soy fan de Tarantino. Pero precisamente no soy fan suyo porque gran parte de su obra me parece absurda, superficial, grotesca y vacía. No quiero decir que Érase una vez en... Hollywood responda a estos calificativos al pie de la letra, pero si a una película le pedimos que nos cuente una historia interesante, la realidad es que esta película no cuenta nada que merezca las más de dos horas de duración.

Seguramente, gente criada en esos años en Estados Unidos y embebida de todo lo relacionado con el cine, como es el caso del director, valorarán el ejercicio de nostalgia de Tarantino y disfrutarán con muchos detalles que para la mayoría de los espectadores de todo el planeta pasarán desapercibidos.

Es por tanto que debo referirme exclusivamente a la historia que nos cuenta Tarantino sobre un actor en declive y su amigo Cliff (Brad Pitt), el especialista que lleva trabajando con él durante nueve años. Y la verdad, es una historia carente de profundidad, no trasmite nada, no evoluciona hacia ninguna parte y Tarantino simplemente se limita a contar sus desventuras arropándolas con todo lo que se refiere al cine y la cultura del momento. Da la impresión de que estos dos personajes son una excusa para su recorrido nostálgico. Me parece que si el director necesitaba o deseaba mostrar todo eso, hace bien en hacerlo. Pero no sé si a eso se le puede llamar cine.

Pero el año de 1969 en que transcurre la historia no está elegido al azar, pues es el año de los crímenes de la familia Mason, ese tarado que vivía con un grupo de acólitos y convirtió la violencia en su seña de identidad. Los discípulos de Mason matarían a la esposa de Roman Polanski, Sharon Tate (Margot Robbie), y a tres amigos que estaban con ella en esa amiga noche.

Curiosamente, Tarantino le da un giro a este episodio y crea su propio desenlace. Tal vez para demostrar el poder del cine como creador de realidades paralelas, a veces tan auténticas o más que la propia realidad. En todo caso, me parece el único detalle realmente original y valioso de la película. Al menos se sale de lo ordinario, algo en lo que a menudo caen sus películas, y aporta un toque casi poético al final.

El resto, diálogos intrascendentes marca de la casa que, si eran una novedad simpática en sus primeras cintas, ahora terminan cayendo en la repetición absurda de una fórmula que ni sorprende ni emociona y un desarrollo que no cuenta nada interesante, salvo en el final, con personajes que cuesta realmente tomar en serio, hasta el punto de que el drama de Rick Dalton no causa ni la más mínima emoción.

Sinceramente, intento ser objetivo y no dejarme llevar por esa fiebre de mitomanía que parece rodear a Tarantino. Hay películas suyas que me sorprendieron por su imaginativo planteamiento, pero últimamente parece que ya no le queden muchas sorpresas que dar.

Brad Pitt se llevó el Oscar al mejor secundario y la cinta también se hizo con ese galardón al mejor diseño de producción.

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