Dirección: Sam Peckinpah.
Guión: Gordon Dawson y Sam Peckinpah.
Música: Jerry Fielding.
Fotografía: Alex Phillips.
Reparto: Warren Oates, Isela Vega, Robert Webber, Gig Young, Helmut Dantine, Emilio Fernández, Kris Kristofferson, Chano Urueta, Janine Maldonado.
La hija (Janine Maldonado) de un poderoso terrateniente (Emilio Fernández) se ha quedado embarazada y su padre exige la cabeza del padre, ofreciendo una cuantiosa recompensa.
Quiero la cabeza de Alfredo García (1974) es la película más personal de Sam Peckinpah, no porque las otras no lo fueran, al menos en su concepción, pera esta que nos ocupa fue la única que pudo montar sin intromisiones ni cortes.
La historia es bastante sencilla: un terrateniente, para vengar el honor de la familia, pone precio a la cabeza de Alfredo García, el tipo que dejó embarazada a su joven hija. Bennie (Warren Oates), un pianista de un local de mala muerte, ve la oportunidad de conseguir diez mil dólares y cambiar por completo su vida, incluso casándose con su amor, Elita (Isela Vega), que precisamente había sido novia de Alfredo García.
El argumento casi no importa. Es tan extraño como el hecho de que incluso Alfredo García ya está muerto cuando los hombres del cacique lo están buscando. Pero el tema funciona perfectamente como excusa para que Sam Peckinpah nos vuelva a llevar a su particular universo de extraños héroes, como habíamos visto en Grupo salvaje (1969), donde el honor y la amistad llevaban a los protagonistas al suicidio.
Quiero la cabeza de Alfredo García nos cuenta el viaje de Bennie en busca de la que cree que será la llave de su felicidad. Con lo que no cuenta es con el peaje que ha de pagar. En su camino, irá dejando un reguero de cadáveres, pero lo peor será la muerte de Elita. Para Bennie ya nada merece la pena. Como suele suceder con los protagonistas de las obras de Peckinpah, Bennie es un perdedor que pasará de tener el sueño de rehacer su vida a encontrarse medio enloquecido por el hastío y el dolor. Aún así, cumplirá su tarea y entregará la cabeza de Alfredo García, pero ya nada tiene sentido en ese momento, salvo complacer a la joven madre.
Peckinpah nos lleva de la mano por un universo sucio, de gentes que viven en la miseria, aferrados a unos códigos absurdos de honor regidos por la violencia más descarnada. Incluso Elita es una mujer extraña, que se ilusiona con la promesa de matrimonio de Bennie pero que no había dudado en engañarlo con Alfredo García o incluso llegando a rogarle a un violador que le hiciera el amor.
Con todo ello, es fácil comprender que el mundo que nos muestra el director es todo menos esperanzador. Resulta todo tan miserable que resulta asfixiante, enfermizo. Nada bueno puede salir de tanta violencia y tanta miseria moral.
Sam Peckinpah escupe su habitual violencia como algo inevitable, una especie de castigo implacable, la que parece ser la única redención posible para escapar de ese mundo corrompido, miserable, sucio e insensible.
Quiero la cabeza de Alfredo García es un film difícil. Casi nada parece tener sentido, solo el dolor de Bennie que lo empuja a una violencia casi absurda, la única manera de ahogar su dolor: matando a todos los indeseables y buscando una bala que lo libere de su mala suerte.
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