El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 3 de julio de 2023

El vengador sin piedad



Dirección: Henry King.

Guión: Philip Yordan (Novela: Frank O'Rourke).

Música: Lionel Newman.

Fotografía: Leon Shamroy.

Reparto: Gregory Peck, Joan Collins, Stephen Boyd, Albert Salmi, Henry Silva, Kathleen Gallant, Barry Coe, George Voskovec, Herbert Rudley, Lee Van Cleef, Andrew Duggan, Ken Scott, Gene Evans. 

Jim Douglas (Gregory Peck) llega al pueblo de Río Arriba la víspera de la ejecución de cuatro hombres a los que persigue desde hace seis meses por el asesinato de su mujer.

El vengador sin piedad (1958) es el ejemplo perfecto de como un film con posibilidades se estropea por culpa de guión débil que no sabe explotar todo el potencial de la historia.

Para empezar, la historia de una venganza siempre resulta un buen punto de partida, pues encierra todo el dolor del drama personal y la necesidad de darle salida. Además, el guión mantiene durante bastante tiempo el misterio de quién es Jim Douglas y qué le ha llevado hasta Río Arriba para asistir a la ejecución de cuatro condenados. No es hasta bien entrada la película cuando descubrimos que Jim los acusa de haber matado a su esposa, por lo que cuando los presos se escapan, Jim parte a darles caza.

Tampoco es desdeñable esta parte del relato, aunque creo que el desarrollo de la persecución de Jim, si bien realizada con corrección, falla en intensidad y además hay pequeños detalles un tanto increíbles, como que Jim vea a uno de los bandidos que está escondido tras unos matorrales a bastante distancia o que adivine con facilidad el camino que tomarán en la huida. No es que sean fallos clamorosos, pero era fácil evitarlos, de ahí que llame la atención que no se pulieran como es debido.

Incluso la sorpresa final es muy interesante y plantea una cuestión realmente delicada que se ha tratado ya en otros westerns, pero que aquí presenta un elemento de sorpresa muy logrado. El problema tal vez sea precisamente que la película parece apoyarse en ese detalle para lograr sorprendernos, pero si todo el discurso anterior no es muy sólido, el efecto tampoco salva los muebles.

Sin embargo, el problema de El vengador sin piedad reside en un guión bastante flojo que no consigue darle profundidad ni calidad en los detalles. Por ejemplo, el personaje de Jim debería estar mejor definido y mostrar su ira con más precisión, pues la mayor parte del tiempo es un tipo que no expresa gran cosa. Lo mismo sucede con su relación con Josefa (Joan Collins), de la que sabemos algo porque se dice de pasada, pero que no participa en la historia y termina junto a Jim de un modo algo brusco, como encajando el final feliz de manera bastante brusca.

Pero es sobre todo en los diálogos donde la cinta muestra la debilidad del guión, especialmente cuando Jim se confiesa con el sacerdote (Andrew Dugan) y la conversación más importante de la película se termina de manera un tanto absurda. Además la escena final, con el pueblo aplaudiendo a Jim, me parece un modo un tanto pobre de culminar la historia.

Henry King realiza un trabajo solo correcto, pero se notan fallos en algunas escenas de acción, tal vez fruto de un montaje no demasiado bueno.

En definitiva, un western para los amantes del género, que disfrutarán con algunos elementos, como la presencia de Gregory Peck, pero que sin embargo se queda a un nivel un tanto mediocre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario