Dirección: David Drury.
Guión: Martin Stellman.
Música: Richard Harvey.
Fotografía: Roger Deakins.
Reparto: Gabriel Byrne, Greta Scacchi, Denholm Elliott, Ian Bannen, Bill Paterson, David Calder, Frederick Treves, Robbie Coltrane, Fulton Mackay.
Cuando se descubre que un miembro del parlamento, Dennis Markham (Ian Bennen), visita a la misma prostituta que un agregado militar de Alemania Oriental, se empieza a dudar de su lealtad y finalmente le obligan a dimitir.
En defensa del reino (1986) parte de un planteamiento realmente interesante: la posible traición de un alto miembro del parlamento que podría haber estado revelando secretos de defensa al bloque soviético.
Además, se adereza el hecho con la muerte de un periodista y las escuchas y registros de que es objeto Nick Mullen (Gabriel Byrne), el periodista que investiga el asunto.
Es verdad que la producción carece de glamour y está más próxima a un modesto film de serie B, pero como la intriga resulta interesante y el protagonista no para de estar en apuros, el interés por averiguar la verdad mantiene nuestra atención hasta el final.
El problema es que el guión opta por mantenernos al margen de las averiguaciones de Mullen durante toda la película, de manera que lo que comienza de manera prometedora se va desarrollando en la más completa oscuridad. De este modo, llegamos a sentirnos demasiado al margen de lo que ocurre, con lo que no podemos participar de nada de lo que concierne a Mullen: no sabemos qué descubre, ni a quién implica, ni sus consecuencias hasta los últimos minutos de la cinta. Y entonces la solución tampoco se muestra de manera diáfana, continúan surgiendo muchas dudas y el desenlace resulta demasiado precipitado.
Es como si el director hubiera optado por mantenernos en la ignorancia absoluta con el fin de aumentar el misterio, pero creo que el resultado es contraproducente. Por un lado nos priva de participar en la intriga durante toda la película y después, cuando se desvela de manera insatisfactoria y torpe, nos sentimos un tanto decepcionados, pues las expectativas anunciaban algo mucho mejor y, desde luego, resuelto de manera más eficaz.
David Drury, a parte de ese oscurantismo absoluto sobre el argumento, no realiza un trabajo especialmente interesante, limitándose a una filmación rutinaria y a veces algo torpe. Eso sí, hay que señalar cómo el estilo de esos años choca abiertamente con lo que se lleva hoy en día, algo más dinámico y nervioso. Drury se toma su tiempo con una exposición detallada de las escenas, sin prisas, lo que a veces puede provocar que el desarrollo se haga algo lento, pero encuentro que también tiene cierto encanto.
En cuanto al reparto, Gabriel Byrne no me parece el actor idóneo para el papel. Es un tipo bastante soso y su trabajo carece de intensidad. En cuanto a Greta Scacchi, está totalmente desaprovechada y su participación, a pesar de figurar como co-protagonista, es totalmente secundaria.
No dudo de las buenas intenciones en plantear la película de esta manera, pero creo que es un error mayúsculo y el resultado nos deja más que insatisfechos.
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