Dirección: Juan Antonio Bardem.
Guión: Juan Antonio Bardem.
Música: Isidro B. Maiztegui.
Fotografía: Alfredo Fraile (B&W).
Reparto: Lucia Bosé, Alberto Closas, Bruna Corrá, Carlos Casaravilla, Otello Toso, Alicia Romay, Julia Delgado Caro, Matilde Muñoz Sampedro, Manuel Alexandre.
María José (Lucía Bosé) y Juan (Alberto Closas), una pareja de amantes, atropellan a un ciclista en una carretera desierta. Para proteger el secreto de su aventura, deciden no socorrerlo y lo abandonan malherido.
Muerte de un ciclista (1955) es una película importante en el cine español por diversos motivos, todos ellos de índole histórica. La cinta tuvo que sortear la censura existente en aquella España franquista, si bien tuvo que ceder con el final, pues para los censores era inconcebible que María José se salvara, con lo que hubo que forzar su muerte.
También era una rareza dentro de un cine más bien rancio y muy enfocado a la propaganda, pues se criticaba abiertamente a la burguesía nacional, su egoísmo o su caridad mal entendida, por ejemplo. Algo sin duda que no debía ser del agrado de las autoridades.
Además, su premio de la crítica en el Festival de Cannes de 1955 ponía al cine español en el panorama intencional, algo sin duda que llenó de orgullo a muchos sectores de la industria y la cultura de la época.
En cuanto a la película en sí, es el retrato de una pareja de amantes a la que el fatal accidente irá distanciado sin remedio. María José es una mujer egoísta que prefirió casarse con un hombre rico (Otello Toso) al que no amaba que esperar a su novio de toda la vida, Juan, quien no tenía un futuro muy prometedor. María José se asusta por el atropello, pero no por la muerte del ciclista y lo que pueda suponer para su familia, sino porque teme perder todo lo que tiene: dinero, posición social y a su amante. Un cóctel perfecto en el que se siente segura y feliz.
Pero Juan tiene conciencia. De hecho, de no ser por María José, habría socorrido al ciclista. La muerte de ese hombre y una injusticia que comete con una alumna (Bruna Corrá) irán despertando unos valores que había enterrado casi sin darse cuenta. Juan comprende que la vida que lleva lo ha convertido en un cínico y una persona triste e infeliz y poco a poco asume que la única salida es empezar de cero: renunciar a su trabajo, a María José y entregarse a la policía.
Sin embargo, a pesar de sus méritos históricos, creo que Muerte de un ciclista está lejos de ser una obra maestra. Es más, si fijamos el listón tan bajo, deberíamos reconsiderar muchas afirmaciones acerca de nuestro cine.
Para empezar, el argumento es interesante, pero el guión demuestra que no es capaz de desarrollarlo de manera que de para mucho más. Las escenas con el crítico Rafael (Carlos Casaravilla), insinuando que sabe algo relativo a la pareja de amantes, terminan siendo lo único sobre lo gira la cinta durante muchos minutos y se vuelven repetitivas. Pero tampoco el drama interior de Juan se acaba representado de manera convincente y sobre todo conmovedora. Tal vez parte de la culpa la tengan unos diálogos demasiado empalagosos así como la rigidez que se percibe a lo largo de toda la película, en interpretaciones y en la misma dirección de Bardem, que denota una estudiada puesta en escena que resulta a veces demasiado forzada y le resta mucha frescura a la película.
Hablando de interpretaciones, definitivamente Lucía Bosé no era actriz. Tenía un rostro precioso, pero su trabajo es realmente lamentable. Alberto Closas mantiene mucho mejor el tipo, pero tampoco es un actor fresco, se le nota demasiado estudiado en sus gestos y poses. Y así podríamos continuar con el resto de secundarios, lo que es un lastre imposible de eludir, con unas interpretaciones en general muy pobres.
Podemos disculpar el final por temas de la cesura, pero aún así, creo que la película, sin restarle méritos por su atrevimiento y su innovación en cuanto a argumento, no deja de ser un buen intento de crítica social y política pero sin alcanzar las cotas de calidad que se le atribuyen.
Muerte de un ciclista me pareció un film acartonado, sin verdadera pasión en lo que cuenta. Y con eso las buenas intenciones no llegan a su destino.
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