Dirección: James Bridges.
Guión: Mike Gray, T. S. Cook y James Bridges.
Música: Stephen Bishop.
Fotografía: James Crabe.
Reparto: Jane Fonda, Jack Lemmon, Michael Douglas, Scott Brady, James Hampton, Peter Donat, Wilford Brimley, Richard Herd, Daniel Valdez, Stan Bohrman, James Karen.
Mientras un equipo de televisión está filmando un reportaje sobre el funcionamiento de una central nuclear, se produce un accidente en la misma. Aunque parece que todo se ha solucionado, Jack Godell (Jack Lemmon), responsable de la planta, cree que el problema puede ser muy serio.
El síndrome de China (1979) tiene el honor de ser la primera película en alertar sobre los peligros de la energía nuclear y además se dio la casualidad de que en ese mismo año, 1979, se produjo un accidente en una central norteamericana, lo que venía a corroborar que esa alarma no era una mera ficción catastrofista. Desgraciadamente, el famoso incidente de Chernóbil ratificó sin ninguna duda los peores temores unos años después.
El gran mérito de James Bridges es realizar un film realmente emocionante con un tema que en teoría no parecía muy apropiado, especialmente por los detalles técnicos que se escapan a la comprensión de la mayoría de los espectadores. Pero el guión es lo suficientemente hábil como para que, sin perder el rigor científico, nos demos cuenta de la gravedad de lo que está contando sin necesidad de que comprendamos todos los detalles.
La contraposición de los intereses económicos de la compañía eléctrica para restar importancia al accidente y reabrir la central lo antes posible, la importancia de dar luz a una noticia de ese calibre, los temores de la cadena de incurrir en un delito, las dudad de Jack Godell que le llevan a descubrir graves fallos en la construcción de la central... todo está narrado con mano firme por James Bridges de manera que va dosificando la tensión con maestría, impidiendo que nos relajemos ni un solo instante.
Además, otro de los puntos claves es que el director mantiene siempre un tono serio, sin llevar la intriga a terrenos demasiado melodramáticos, con lo que consigue un aire de autenticidad muy alto, alejando el discurso de terrenos menos fiables. Para ello, el argumento se centra siempre en el accidente nuclear y sus consecuencias e implicaciones, sin permitirse entrar en temas secundarios o personales de los protagonistas, lo que hubiera cortado el clima de tensión tan hábilmente tejido.
Sin embargo, también he de reconocer que toda la mesura y contención del relato se cae de pronto en el desenlace, que quizá peque de ser demasiado excesivo. Imagino que la idea era rematar la advertencia sobre el peligro nuclear con el dramatismo necesario para crear más impacto en el final, pero sinceramente rompe el nivel tan preciso de todo el discurso anterior y queda un poco teatral de más.
A destacar la interpretación de Jack Lemmon, alejado ya de los papeles cómicos que le habían dado fama, y demostrando su solvencia en cualquier registro. Por su parte, Michael Douglas, productor de la cinta, empezaba a dar el salto desde la televisión, donde protagonizaba Las calles de San Francisco junto a Karl Malden, a la gran pantalla en lo que sería una larga carrera como actor.
El síndrome de China tuvo bastante éxito en el momento de su estreno, con varias nominaciones a los Oscar incluidas y, a pesar de los años transcurridos, creo que es una cinta que conserva toda su vigencia y sigue resultando además realmente entretenida.
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