Dirección: Arthur Lubin.
Guión: Dorothy Reid y Jay Dratler.
Música: Michel Michelet.
Fotografía: Ernest Laszlo (B&W).
Reparto: Brian Donlevy, Ella Raines, Charles Coburn, Helen Walker, Anna May Wong, Robert Warwick, Art Baker, Clarence Kolb, William Wright, Tony Barrett, Mae Marsh.
Walter Williams (Brian Donlevy) es un importante industrial que está muy enmarado de su esposa Irene (Helen Walker). Sin embargo, ella planea asesinarlo con la ayuda de su amante (Tony Barrett).
El cine negro, sobre todo el clásico, tiene un atractivo incuestionable. Puede ser porque al ser humano le gusta a menudo jugar con fuego o por el atractivo de esas mujeres fatales capaces con sus encantos de volver locos a los hombres.
En todo caso Impacto (1949) es un buen ejemplo de un hombre enamorado al que su esposa lo mantiene totalmente ciego. Walter vive para ella, la colma de regalos, le envía flores cuando se ausenta. Y ella, mientras tanto, planea asesinarlo.
Afortunadamente para Walter, el amante de Irene es un tipo más bien torpe y no solo no remata el trabajo, dejando al esposo con vida, sino que muere por no tener un poco de sangre fría.
Todo esto sucede nada más arrancar la película, que va como un tiro directamente a lo esencial, con lo que por el camino se deja algunos detalles, especialmente referentes a la personalidad de Irene, pero en contrapartida nos mete de lleno en harina, de manera que no existen tiempos muertos que nos desvíen de lo importante.
Pero cuando Walter es dado por muerto, pues su asesino muere calcinado y no hay manera de identificar el cadáver, es cuando Impacto nos sorprende con un giro argumental muy original. Desde mi punto de vista, la estancia de Walter en Larkspur, un pequeño pueblo de Idaho, donde conoce a Marsha (Ella Raines), es la parte más bonita y emotiva de la cinta. Porque precisamente cuando se deja de lado la trama del asesinato es cuando los personajes toman de pronto una verdadera dimensión humana y podemos ver cómo Walter poco a poco se va recuperando del trauma de conocer la traición de su esposa y empieza a vivir una nueva vida mucho más hermosa y reconfortante que la que llevaba antes como hombre de negocios. Walter vuelve a disfrutar de su tiempo, redescubre el placer de ir al cine o pasear por el campo. Pero, sobre todo, conoce a una buena mujer, amable, comprensiva, desinteresada y cariñosa.
No solamente esta parte es muy bonita, sino que además los diálogos tienen verdadero calado humano y un nivel que desgraciadamente es muy difícil encontrar en el cine actual.
Lógicamente, la historia debe afrontar el desenlace, pues Walter no puede estar desaparecido para siempre. Así que el último tramo de Impacto nos devuelve al tema del asesinato y volvemos a sufrir las maldades de Irene, que sigue empeñada en librarse de su esposo y no se le ocurre nada mejor que acusarlo de matar a su amante. Es un nuevo giro sorprendente, muy bien hilvanado que, por desgracia, no va a tener un desarrollo muy lucido, con un final algo precipitado. No es que sea un punto especialmente negro, pero con unos minutos más quizá no tendríamos esa sensación que da de precipitar las cosas, como en una carrera contrarreloj.
Tl vez el punto menos convincente de la cinta sea el tener a Brian Donlevy en el papel principal, pues nunca lo vi como el actor idóneo para ese rol. En todo caso, las que sí que me sorprendieron gratamente fueron las dos actrices principales. La malvada Helen Walker me pareció perfecta para su papel, pues con su cara inocente se entiende que el marido estuviera totalmente ciego acerca de sus intenciones. Y Ella Raines está sencillamente preciosa. La guinda la tenemos con el gran Charles Coburn como el astuto policía, comprensivo y amante de la verdad.
Sin ser una maravilla, Impacto tiene la fuerza de un guión muy bien trabajado que el director lleva con muy buen pulso sin descuidar nunca el lado más humano de la historia, algo que resulta finalmente fundamental.
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