El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

jueves, 6 de julio de 2023

El número 17



Dirección: Alfred Hitchcock.

Guión: Alma Reville, Alfred Hitchcock y Rodney Ackland (Obra: J. Jefferson Farjeon).

Música: Adolph Hallis.

Fotografía: John J. Cox y Byran Langley (B&W).

Reparto: Leon M. Lion, Anne Grey, John Stuart, Donald Calthrop, Barry Jones, Ann Casson, Henry Caine, Garry Marsh.

Un hombre llamado Barton (John Stuart) ve luces en una casa en venta y decide entrar. Allí se encuentra con un vagabundo (Leon M. Lion) y un cadáver. El vagabundo afirma no tener nada que ver con el muerto.

El número 17 (1932) es uno de los primeros films sonoros de Alfred Hitchcock y seguramente si estuviera dirigido por un director desconocido sería una película desprovista de cualquier interés. Solamente por curiosidad sobre los comienzos del director puede haber alguna excusa para verla.

El inconveniente principal de El número 17 es que su guión es muy malo, tanto que no sabemos de qué va la historia hasta muy entrado el metraje, que además es muy breve, algo que al menos evita el aburrimiento.

En la primera parte, que transcurre en una casa en venta medio ruinosa, van apareciendo distintos personajes sin que sepamos nada sobre ellos: ni quienes son, ni que hacen ahí. Incluso la manera de ir llegando cada uno de ellos es un tanto surrealista: una mujer, Rose (Ann Casson), cae del techo; un hombre, Brant (Donald Calthrop), y su acompañante Nora (Anne Grey), una mujer sordomuda que al final no lo es, llaman a la puerta diciendo que vienen a ver la casa por si se deciden a alquilarla y una tercera persona, Henry (Barry Jones), llega al mismo tiempo diciendo ser el sobrino de Brant, lo que tampoco será verdad.

Poco después desaparece el cadáver, ya que el hombre, Ackroyd (Henry Caine), en realidad solo estaba inconsciente por un golpe.

Sencillamente, toda esta parte de la historia es completamente surrealista. Hitchcock la ameniza con el personaje del vagabundo, que al menos tiene un par de frases simpáticas, dentro de lo absurdo de la situación. Solamente el desconocimiento por nuestra parte de qué sucede y quienes son realmente todos esos personajes mantiene un poco de interés, pues sospechamos que algo turbio puede esconderse en esa casa.

Al final, se trata de un collar de diamantes que casi todos los personajes de la casa buscan desesperadamente. No sabemos cómo ha llegado ahí ni la relación entre los que desean hacerse con esa joya, por lo que el misterio en realidad no reside en lo que sucede en la pantalla, sino en lo que desearíamos que alguien al fin nos explicara sobre el tema.

En la segunda parte, los ladrones escapan en un tren rumbo al continente y se establece una persecución tan rocambolesca como todo lo anterior, pues Barton persigue a Brant, Nora y Henry en busca del collar, pero éste está en manos del vagabundo. Al menos esta segunda parte es muy dinámica, con las maquetas del tren y el autobús en una frenética carrera, con choque espectacular incluido. 

Al final, todo se resolverá en un par de minutos desvelándose las verdaderas personalidades de algunos personajes y zanjando la intriga tan ridículamente como se desarrolló.

El número 17 falla como película por una pésima concepción desde el principio, con unos personajes totalmente planos, de los que desconocemos absolutamente todo, con lo es difícil empatizar con alguno de ellos. La intriga está pobremente planteada y mantenernos en la ignorancia durante muchos minutos no ayuda para nada. Incluso falla el romance, que se resuelve al final con una frase, pero del que no tuvimos noticias en ningún instante anterior.

En realidad, es una película sin mucho sentido, con un guión confuso que juega tanto al despiste que al final resulta ridículo y donde el director se mueve entre el misterio y la comedia con más buenas intenciones que resultados, pues con un argumento tan pobre es complicado llegar a buen puerto.

En el célebre libro de François Truffaut El cine según Hitchcock, al hablar de esta película, el director se limita a decir: "¡Un desastre!"

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