El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

martes, 11 de julio de 2023

Adiós, muñeca



Dirección: Dick Richards.

Guión: David Zelag Goodman (Novela: Raymond Chandler).

Música: David Shire.

Fotografía: John A. Alonzo.

Reparto: Robert Mitchum, Charlotte Rampling, John Ireland, Sylvia Miles, Anthony Zerbe, Harry Dean Stanton, Jack O'Halloran, Joe Spinell, Sylvester Stallone. 

Un tipo llamado Moose (Jack O'Halloran), que acaba de salir de la cárcel, contrata al detective Philip Marlowe (Robert Mitchum) para que encuentre a su novia, Velma, de la que hace años que no tiene noticias.

Adiós, muñeca tiene el aire típico y hermoso de los films negros clásicos, a pesar de estar filmada en 1975. Sin duda, un mérito de una producción realmente cuidada en cuanto a ambientación en los años 40 y de la fotografía, con una utilización muy acertada de las sombras y el predominio de las horas nocturnas o locales en penumbra, lo que le confiere a la película una estética muy cercana a los clásicos, a pesar de estar rodada en color.

Pero es sin duda el trabajo de Dick Richards, tremendamente clásico, al servicio del relato, el que le da ese aire genuino de los años dorados del cine negro.

La historia ocupa al detective Marlowe en un par de casos, aparentemente sencillos e inconexos que, sin embargo, se irán complicando y entremezclando en un laberinto del que no conoceremos la salida hasta el mismísimo instante final. Con gran acierto, el planteamiento de la historia adopta el punto de vista del detective, de manera que sabemos en todo momento lo mismo que él, lo que nos mantiene expectantes durante toda la película, especulando cómo lo hace Marlowe y tan perdidos como él. 

Lo bueno también es que el desarrollo no es complicado y se siguen sin muchas dificultades los vericuetos del caso, no como en El sueño eterno (Howard Hawks, 1946), que se convertía en un rompecabezas casi indescifrable. Y además, el final es totalmente genial, de una sencillez pasmosa y al mismo tiempo sorprendente. Está claro que se nota el texto literario que lo sustenta, pues a parte de una intriga magnífica, la película está repleta de diálogos asombrosos y la voz en off de Marlowe que acompaña la historia es rica, sugestiva y añade un plus a las imágenes impagable.

El protagonista, con un soberbio Robert Mitchum, que le da a su personaje un aire al tiempo pétreo y al tiempo cansado, además está perfectamente dibujado y compone un detective de la vieja escuela: duro, seco, siempre con la respuesta perfecta en la boca, pero también íntegro y sensible, por lo que se entiende su cansancio, que él achaca a la edad, ante el mundo en que debe moverse. Y es que Adiós, muñeca nos ofrece un recorrido por los bajos fondos de la sociedad realmente descorazonador, lleno de prostitutas, policías corruptos, matones, alcohólicas, mafiosos y gente que malvive miserablemente. Y tampoco falta la clásica mujer fatal, sin duda una de mejores en frialdad y maldad.

Y lo peor de todo es que el relato no ofrece un atisbo de esperanza. No hay moraleja ni final edificante. Sabemos que todo seguirá igual, porque la corrupción, los sobornos y la mentira forman parte de la naturaleza humana y no hay nadie capaz de borrarla de la faz de la tierra.

Definitivamente, un film negro con sabor auténtico y muy digno heredero de la mejor tradición americana del género.

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