Dirección: Dick Richards.
Guión: David Zelag Goodman (Novela: Raymond Chandler).
Música: David Shire.
Fotografía: John A. Alonzo.
Reparto: Robert Mitchum, Charlotte Rampling, John Ireland, Sylvia Miles, Anthony Zerbe, Harry Dean Stanton, Jack O'Halloran, Joe Spinell, Sylvester Stallone.
Un tipo llamado Moose (Jack O'Halloran), que acaba de salir de la cárcel, contrata al detective Philip Marlowe (Robert Mitchum) para que encuentre a su novia, Velma, de la que hace años que no tiene noticias.
Adiós, muñeca tiene el aire típico y hermoso de los films negros clásicos, a pesar de estar filmada en 1975. Sin duda, un mérito de una producción realmente cuidada en cuanto a ambientación en los años 40 y de la fotografía, con una utilización muy acertada de las sombras y el predominio de las horas nocturnas o locales en penumbra, lo que le confiere a la película una estética muy cercana a los clásicos, a pesar de estar rodada en color.
Pero es sin duda el trabajo de Dick Richards, tremendamente clásico, al servicio del relato, el que le da ese aire genuino de los años dorados del cine negro.
La historia ocupa al detective Marlowe en un par de casos, aparentemente sencillos e inconexos que, sin embargo, se irán complicando y entremezclando en un laberinto del que no conoceremos la salida hasta el mismísimo instante final. Con gran acierto, el planteamiento de la historia adopta el punto de vista del detective, de manera que sabemos en todo momento lo mismo que él, lo que nos mantiene expectantes durante toda la película, especulando cómo lo hace Marlowe y tan perdidos como él.
Lo bueno también es que el desarrollo no es complicado y se siguen sin muchas dificultades los vericuetos del caso, no como en El sueño eterno (Howard Hawks, 1946), que se convertía en un rompecabezas casi indescifrable. Y además, el final es totalmente genial, de una sencillez pasmosa y al mismo tiempo sorprendente. Está claro que se nota el texto literario que lo sustenta, pues a parte de una intriga magnífica, la película está repleta de diálogos asombrosos y la voz en off de Marlowe que acompaña la historia es rica, sugestiva y añade un plus a las imágenes impagable.
El protagonista, con un soberbio Robert Mitchum, que le da a su personaje un aire al tiempo pétreo y al tiempo cansado, además está perfectamente dibujado y compone un detective de la vieja escuela: duro, seco, siempre con la respuesta perfecta en la boca, pero también íntegro y sensible, por lo que se entiende su cansancio, que él achaca a la edad, ante el mundo en que debe moverse. Y es que Adiós, muñeca nos ofrece un recorrido por los bajos fondos de la sociedad realmente descorazonador, lleno de prostitutas, policías corruptos, matones, alcohólicas, mafiosos y gente que malvive miserablemente. Y tampoco falta la clásica mujer fatal, sin duda una de mejores en frialdad y maldad.
Y lo peor de todo es que el relato no ofrece un atisbo de esperanza. No hay moraleja ni final edificante. Sabemos que todo seguirá igual, porque la corrupción, los sobornos y la mentira forman parte de la naturaleza humana y no hay nadie capaz de borrarla de la faz de la tierra.
Definitivamente, un film negro con sabor auténtico y muy digno heredero de la mejor tradición americana del género.
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