El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

jueves, 27 de julio de 2023

Gorrión rojo



Dirección: Francis Lawrence.

Guión: Justin Haythe y Eric Warren Singer (Novela: Jason Matthews).

Música: James Newton Howard.

Fotografía: Jo Willems.

Reparto: Jennifer Lawrence, Joel Edgerton, Matthias Schoenaerts, Charlotte Rampling, Jeremy Irons, Mary-Louise Parker, Ciarán Hinds, Joely Richardson, Bill Camp, Thekla Reuten.

Cuando una lesión obliga a Dominika Egorova (Jennifer Lawrence) a retirarse como bailarina del Bolshói, su tío Ivan Egorov (Matthias Schoenaerts), un alto funcionario de los servicios de inteligencia soviéticos, la recluta como agente.

Me resulta complicado valorar Gorrión rojo (2018) de un modo objetivo, pues me muevo entre la repulsa hacia un guión manipulador y plagado de trucos más efectistas que creíbles y una puesta en escena perfecta que acompaña a un planteamiento ambicioso, alejado de los films de acción al uso que salen a diario como setas en otoño.

La idea de plantear una historia profunda, con evidentes intenciones de verosimilitud, como lo demuestra el entrenamiento de Dominika para convertirla en una agente letal, si bien aquí el guión empieza a dar muestras de que no es capaz de ceñirse a un planteamiento serio y se deja llevar por el gusto por el sexo entendido como algo morboso que tira de la taquilla, es muy de agradecer. No estamos ante una película de consumo con las palomitas a mano, sino que la idea es plantear un film serio y más profundo. Por ello, los que esperasen una cinta de acción pura y dura se llevarán un chasco.

También la ambientación es más que correcta y el trabajo de Francis Lawrence en la narración no tiene ningún defecto y lleva el film sobre raíles, lo cual es muy importante teniendo en cuenta que la elevada duración de la cinta podría provocar momentos de cansancio, lo que no ocurre nunca. Siempre está sucediendo algo que acapara nuestra atención y el nivel de intriga es lo bastante eficaz como para que la historia fluya fácilmente.

Además, la presencia de Jennifer Lawrence es un aliciente más porque, más allá de su innegable belleza, que aquí es explotada convincentemente, es una actriz realmente notable que da cuerpo y profundidad a su personaje. En ella reposa todo el peso de la película y lo soporta sin pestañear. Lástima que a un gran actor como Jeremy Irons le hayan dado un papel del todo inapropiado, además de muy breve. Su elegancia típicamente británica hacía que me fuera imposible verlo como un general soviético por mucho que lo intentara.

Hasta aquí, los puntos que creo que merecen ser elogiados de Gorrión rojo. Lástima que en el lado negativo haya también importantes detalles que estropean la función.

La principal pega que encuentro a la cinta es que nunca me creí la historia. El problema ya viene del principio, con la lesión premeditada de Dominika y también toda la parte en que recibe entrenamiento. No es cuestión de que sean detalles creíbles o no, es la sensación de que se forzaban las cosas de un modo melodramático que hacía que sintiera que estaba ante una historia bien planificada, que buscaba descaradamente incidir en detalles morbosos, como la insistencia en los desnudos y el sexo.

A partir de ahí, siempre estuve contemplando la historia con una sensación de irrealidad. Me costaba creerme que todo lo que se nos contaba fuera verdad, pudiera pasar tal y cómo el guión lo describía. Es más, algunas escenas eran directamente imposibles de creer; no solamente unos diálogos demasiado francos, especialmente entre Dominika y Nash (Joel Edgerton), cuyo acercamiento y complicidad bate todos los récords de precocidad, sino pensando que en cualquier relato de espías es evidente que los apartamentos tendrían micrófonos, por lo que algunas conversaciones nunca podrían producirse sin consecuencias drásticas. Lo mismo que chocan las muestras de cariño en plena calle entre Dominika y Nash. Inconcebible. 

Sin embargo, el colmo de la inverosimilitud lo encontramos en el final, que vuelve a ceder, como en el arranque de la historia, al efectismo barato, a los juegos malabares con el fin de asombrarnos con un desenlace retorcido y casi, digo casi, imprevisible. Porque como espectadores ya estamos tan acostumbrados a ser engañados por guionistas tramposos y sin imaginación que nos olíamos las trampas a distancia. No sabía exactamente dónde estaría el engaño y cómo se produciría, pero era evidente que el guión guardaba el consabido y lamentable as en la manga, la traca final.

Y hay otro motivo más para sentirse decepcionado: una historia de espías, con lo rica e interesante que puede llegar a ser termina convertida en un tema banal de venganza personal, algo mucho menos interesante y mucho más corriente que lo que me esperaba.

Quizá, de haber buscado más abiertamente la vertiente efectista, Gorrión rojo no me hubiera decepcionado tanto por los detalles comentados. Pero su intento de ser un film de espías serio hace que estas derivas tramposas resulten aún más dolorosas.

¿Es una mala película, por lo tanto? Para nada. Si somos capaces de perdonarle sus defectos, creo que es un film muy logrado en muchos aspectos. Incluso, hasta el final tiene su punto de ingenio y dejará más o menos contentos a los amantes de los finales felices donde la justicia se impone y el ingenio y la astucia de Dominika triunfan. Es difícil decir que no es un relato entretenido y que funciona admirablemente, siempre, como digo, que miremos para otro lado en cuanto a la verosimilitud, rigor y profundidad del relato.

Tal vez mi problema en el fondo sea que, tras haber leído las novelas de John le Carré que nos cuentan las peripecias de George Smiley, cualquier relato que no tenga su rigor me parece inevitablemente muy falso.

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