El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 2 de julio de 2023

La última vez que vi París



Dirección: Richard Brooks.

Guión: Julius J. Epstein, Philip G. Epstein y Richard Brooks (Historia: F. Scott Fitzgerald).

Música: Conrad Salinger.

Fotografía: Joseph Ruttenberg.

Reparto: Elizabeth Taylor, Van Johnson, Walter Pidgeon, Donna Reed, Eva Gabor, Kurt Kasznar, George Dolenz, Roger Moore. 

Mientras se celebra en París la derrota de Alemania en la Segunda Guerra Mundial, Charles Wills (Van Johnson), un militar norteamericano, conoce a la hermosa Helen (Elizabeth Taylor). Ambos se enamoran y se casan, pero a pesar de su amor, la vida no será fácil para ellos.

Las adaptaciones al cine de obras literarias no son fáciles. En esta ocasión, el guión adapta "Regreso a Babilonia", de Scott Fitzgerald, y eso se nota demasiado en el discurso de la película, que seguramente intenta hacerlo lo mejor posible, pero el cine tiene unas reglas que no siempre es sencillo seguir con cierto tipo de obras.

En esta ocasión el principal inconveniente es que el relato, realmente dramático, no llega a contagiar toda la emoción de lo narrado al espectador, quedando un film algo blando y que se dispersa demasiado sin llegar a profundizar en todos los temas que trata.

La historia se centra en la historia de amor entre Charles y Helen y cómo la vida y las circunstancias van haciendo mella en su amor. Helen es alocada y algo irresponsable y Charles desea ser escritor pero todos sus manuscritos son rechazados, lo que le amarga el carácter. Poco a poco se van distanciando y cuando Helen se da cuenta y quiere poner remedio, Charles no la escucha. Finalmente, la desgracia termina por poner fin cruelmente a su historia de amor porque, a pesar de todo, ambos nunca dejaron de quererse.

Pero, como apuntaba antes, no siempre es sencillo adaptar una obra literaria. El problema principal del guión es que abarca demasiados temas y a pesar de que el film se toma su tiempo, llegando nada menos que a los 116 minutos, no termina de concretar cada uno de los asuntos afrontados. Por ejemplo, la historia de amor de Helen y Charles se cuenta de manera un tanto superficial y llega a despistar que con la vida un tanto disipada de Helen su relación no se estropee. 

Tampoco se afronta con eficacia el enamoramiento de la hermana de Helen, Marion (Donna Reed), de Charles, un tema que debía tener su espacio y que el director liquida con un par de miradas al principio y los reproches del marido de Marion, Claude (George Dolenz), al final.

Quizá lo peor es que la película comienza con un tono de comedia, lo que provoca que nos enfrentemos a ella con ese ánimo, pero poco a poco va cambiando de registro hasta un final realmente dramático y áspero para el que el comienzo no nos había preparado.

Y tampoco la excesiva duración le hace un favor a la película, que no siempre consigue mantener la misma emoción en todas las secuencias.

Por último, el final se resuelve también de manera un tanto precipitada, cuando estaba pidiendo a gritos un enfoque más profundo, pues es un momento clave de la película.

Tampoco me acaba de convencer esa tendencia al melodrama, pero ello no es achacable a la película, sino a la obra en la que se basa y que, vista hoy en día, parece demasiado forzada, demasiado cargada de tópicos y con una intención muy teatral.

Ya de manera personal, encuentro la elección de Van Johnson como protagonista algo dudosa, pues no me parece el actor idóneo para el papel, aún reconociendo que su trabajo es más que correcto. En cambio, donde no hay ninguna duda es con Elizabeth Taylor, una mujer realmente hermosa y una sólida actriz.

Después de todo lo comentado, seguramente la idea que podemos hacernos es de un film mediocre. La verdad es que, en su conjunto, La última vez que vi París no es una mala película, quizá más valorada por lo que propone que por la eficacia en conseguirlo, pero aún así la recomiendo a los amantes de las historias románticas con final infeliz, que hay público para todo.

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