El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 8 de julio de 2023

El día de los foragidos



Dirección: André De Toth.

Guión: Philip Yordan (Novela: Lee Wells).

Música: Alexander Courage.

Fotografía: Russell Harlan (B&W).

Reparto: Robert Ryan, Burl Ives, Tina Louise, Alan Marshal, Venetia Stevenson, David Nelson, Nehemiah Persoff, Jack Lambert, Frank deKova, Lance Fuller, Elisha Cook.

Justo cuando el ganadero Blaise Starrett (Robert Ryan) está a punto de saldar cuentas con el granjero Hal Crane (Alan Marshal) por levantar cercas de alambre de espino, llegan al pueblo Jack Bruhn (Burt Ives) y su banda de forajidos.

Extraño western que se acerca más a un análisis psicológico de los personajes que a un film de acción, como era habitual en el género. Así, El día de los forajidos (1959) retrata la amargura de Blaise, no solo enfrentado a los colonos que cercan las tierras e impiden el libre movimiento de su ganado, sino que también se añade el dolor por no poder tener a Helen (Tina Louise), de la que está enamorado pero que decidió casarse con el granjero Hal. 

Enfrentado a sus propios demonios, Blaise tendrá la oportunidad de perdonarse cuando se enfrente a la banda de Bruhn y libere al pueblo de su presencia, aún arriesgando su vida.

La moraleja de la historia vendría a enseñar cómo el odio puede arruinarle la vida a quién lo padece, como Blaise, que se había convertido en una persona amargada, violenta e incapaz de sentir siquiera verdadero amor por Helen.

Aunque las intenciones son interesantes, el problema de El día de los tramposos reside en su desarrollo y algunos detalles curiosos que no dejan de resultar extraños.

En cuanto a la puesta en escena, la película se resiente de un espacio cerrado en el que transcurre la primera mitad de la película y donde sabemos que las tensiones entre los bandidos y los habitantes del pueblo no se van a resolver hasta el final, con lo que el relato pierde fuerza por ser bastante previsible.

La segunda parte, la de la huída por la montaña, tampoco logra el dinamismo deseable y la lentitud de su planteamiento así como un desarrollo previsible vuelven a jugar en su contra. Incluso hubiera sido mucho más eficaz un final dramático, con el sacrificio de Blaise, pero el afán de querer ofrecer un desenlace positivo resulta demasiado convencional y, en mi caso, no me pareció muy convincente.

Otro de los problemas del argumento es la actitud de Bruhn con sus hombres, impidiéndoles beber o abusar de las mujeres del pueblo. Si bien tiene su lógica, esta manera de comportarse resulta anómala y convierte a los malos en unos personajes un tanto extraños y no lo suficientemente peligrosos, con lo el nivel de intensidad baja de golpe.

Además, salvando a Robert Ryan y al genial Burt Ives, el resto del reparto está muy por debajo de su nivel, con algunas interpretaciones realmente penosas, como la de Venetia Stevenson.

Por lo tanto, el resultado es un western que tiene más posibilidades que las realmente exprimidas por el director, que no termina de imprimirle ni la dinámica ni la tensión suficientes, de manera que nos quedamos un tanto frustrados por un resultado mediocre.

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