Dirección: Robert Aldrich.
Guión: Dalton Trumbo (Novela: Howard Rigsby).
Música: Ernest Gold.
Fotografía: Ernest Laszlo.
Reparto: Rock Hudson, Kirk Douglas, Dorothy Malone, Joseph Cotten, Carol Lynley, Neville Brand, Regis Toomey, Rad Fulton, Adam Williams, Jack Elam, John Shay.
El shérif Dana Stribling (Rock Hudson) va tras la pista de Brendan O'Malley (Kirk Douglas), acusado de asesinato, que ha huido a México. Allí O'Malley se encuentra con Belle (Dorothy Malone), su novia cuando eran jóvenes.
El último atardecer (1961) destaca especialmente por el sólido guión de Dalton Trumbo, guionista que había sufrido en sus carnes las consecuencias de la desgraciadamente famosa caza de brujas orquestada por el senador McCarthy a mediados del siglo pasado.
Trumbo nos ofrece un argumento realmente denso, especialmente para lo que solía ser habitual en los westerns. Además, los personajes tienen un pasado poderoso que actúa e influye sobre su presente, pero que se va desvelando progresivamente, a medida que los vamos conociendo, de manera que siempre hay un misterio oculto que mantiene el interés en lo que está sucediendo.
Otro de los detalles sorprendentes, sobre todo porque estamos en un western, género habitualmente enfocado a la acción y a conflictos poco complicados, es la riqueza de los diálogos, especialmente cuando atañen a la intimidad de los protagonistas; diálogos no solo profundos, sino con unas dosis de poesía a veces y siempre portadores de gran sensibilidad que son sin duda uno de los regalos más valiosos que nos encontramos en El último atardecer.
Sin embargo, también he encontrado algunos detalles que no terminaron de convencerme. En teoría, Dana, el personaje encarnado por Rock Hudson, es el héroe de la cinta. Sin embargo, el guión es mucho más preciso con Brendan, de manera que es este personaje en realidad el que termina adquiriendo mucho mayor peso, pues es un hombre más rico y profundo. Dana se mueve por venganza, pues Brendan mató al marido de su hermana que, presa de dolor, termino suicidándose. Y esto es básicamente lo único que llegamos a conocer del shérif.
En cambio, el personaje de Kirk Douglas es realmente el alma de la película. Es verdad que es un asesino, un hombre además violento, como le reprocha Belle. Sin embargo, a pesar de todo, terminamos por cogerle cariño, tal vez porque no lo ha tenido fácil en la vida, porque ha de luchar contra él mismo y sus instintos violentos. De hecho, a pesar de que le dice a Belle que ha cambiado, lo cierto es que no terminamos de creerle. Es por tanto un perdedor, un tipo solitario que intenta redimirse con Belle y se encuentra de pronto conque ella ama a Dana, precisamente a Dana. Además, cuando parece que puede ser feliz con Missy (Carol Lynley), la hija de Belle, comprobamos con amargura que es otra puerta que se cierra.
Con todo ello, no se si a propósito o no, terminamos poniéndonos de parte de Brendan, hasta el punto que Dana acaba cayéndonos mal, por ser ese dechado de virtudes irreprochables que resultan cansinas. En el fondo, deseaba que Brendan pudiera rehacer su vida, habría sido realmente gratificante.
Pero el guión, hijo de su época, prefiere la vertiente trágica, quizá rizando el rizo en exceso de manera que, además de ser muy previsibles los giros finales, me parecieron demasiado teatrales. No digo que el final no resulte coherente ni potente, incluso con ciertas notas heroicas en el comportamiento de Brendan que agrandan aún más su figura, pero en conjunto resulta bastante forzado y delata una clara intención de llevar el drama al límite.
Lo que resulta de nuevo admirable es el talento de Kirk Douglas como actor. Basta una mirada suya para llenar la pantalla y expresarlo todo con una fuerza y una autenticidad sorprendentes. Por ello, Rock Hudson termina un tanto desdibujado, quizá también porque su personaje es mucho menos profundo y rico que el de Douglas. Sea como fuere, la película es de Kirk Douglas al cien por cien.
Para los amantes del western y aquellos que buscan algo diferente en el género, creo que estamos ante una gran película, profunda y llena de matices. El último atardecer debería figurar en los puestos nobles del género.
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