Dirección: Scott Cooper.
Guión: Scott Cooper.
Música: Max Richter.
Fotografía: Masanobu Takayanagi.
Reparto: Christian Bale, Rosamund Pike, Wes Studi, Rory Cochrane, Jesse Plemons, Adam Beach, Ben Foster, Jonathan Majors, Q'orianka Kilcher, Tanaya Beatty, Xavier Horsechief.
El capitán Joseph J. Blocker (Christian Bale), contra su voluntad, deberá llevar al jefe indio Halcón Amarillo (Wes Studi), gravemente enfermo, y a su familia a sus tierras natales en Montana.
Me resulta complicado emitir una opinión objetiva a cerca de Hostiles (2017). Cada nuevo western que se realiza, ahora que el género ha dejado atrás su etapa de gloria, es para mí una nueva alegría, al ver que se resiste a morir y además ha dado muy dignas películas herederas de la mejor tradición o nuevas visiones igualmente válidas.
Centrándome en Hostiles, es evidente que Scott Cooper intenta aportar su granito de arena al género y su propuesta es magnífica en muchos conceptos. Sin embargo, el conjunto resulta tan artificial, tan presuntuoso y pedante que echa por tierra sus buenas intenciones.
La película se centra en un período, finales del siglo XIX, donde los Estado Unidos habían liquidado sus guerras indias con una aplastante victoria. Pero las heridas estaban ahí, en los dos bandos, marcando a las víctimas y a los verdugos casi por igual. El intento de mostrarnos el dolor y el odio provocado por esas guerras, ejemplificado en Blocker, consumido por su odio a los indios, es realmente lo más interesante de la propuesta de Scott Cooper, que reflexiona con mejores intenciones que acierto sobre el cumplimiento del deber y cuando esa tarea obliga a actos realmente crueles y cómo ello puede afectar a los soldados; como al sargento Metz (Rory Cochrane), tan afectado por su pasado que terminará quitándose la vida.
Pero el largo viaje hacia Montana también será el vehículo que utilice el director para mostrarnos cómo la convivencia entre blancos e indios, una vez finalizadas las guerras, puede servir para aplacar la ira y terminar comprendiendo y perdonando al enemigo. Blocker aprenderá a conocer y respetar a Halcón Amarillo y el odio inicial terminará dando paso al respeto y hasta una incipiente amistad.
Sin duda, magníficas intenciones que reflexionan con sinceridad sobre la naturaleza humana, la violencia, la necesidad de afrontar el dolor y sobre todo el perdón, hacia los enemigos pero también hacia uno mismo, quizá lo más complicado.
El problema es la manera tan frustrante que elige Cooper de llevar esas ideas a la práctica. Porque Hostiles es una película tan lenta que acaba por aburrir. Uno llega a desesperarse con escenas en las que no sucede absolutamente nada, imágenes tan hermosas como pedantes, diálogos que parecen eludir la esencia de lo que quieren expresar y se quedan en ejercicios de estilo afectados, tan lentos que crispan los nervios.
Uno se pregunta cuánto hubiera durado la película si se hubiera optado por una puesta en escena más dinámica y centrada realmente en lo importante. Lo cuál nos lleva a pensar que el ritmo es tal vez la manera de poder llevar la historia a una duración apropiada. En todo caso, el montaje es tan estudiado que no nos sacamos de la cabeza que estamos viendo una película.
Pero hay otro problema más importante aún que se deriva del ritmo pausado y la falta de concreción en las conversaciones de los protagonistas: la película es fría y ello provoca que a pesar de los dramas que se suceden a lo largo de la misma, algunos muy duros, apenas sintiera un mínimo de emoción con lo que veía. Solamente con la tragedia de Rosalee Quaid (Rasamund Pike) llegué a emocionarme un poco, gracias sobre todo a su magnífica interpretación. Y eso es definitivamente lo peor que podría decirse de una película plagada de muertes y de sufrimiento.
A Hostiles le falta humildad y sinceridad. Dentro de las propuestas más recientes, no cabe duda que tiene su mérito, pero no resistiría una mínima comparación con la obra de John Ford, por ejemplo. Scott Cooper debería intentar ser más sincero y menos pedante.
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