Dirección: Arthur D. Ripley.
Guión: Philip Yordan (Novela: Cornell Woolrich).
Música: Michel Michelet.
Fotografía: Frank F. Planer (B&W).
Reparto: Robert Cummings, Michèle Morgan, Steve Cochran, Peter Lorre, Lloyd Corrigan, Jack Holt, Don Wilson, Alexis Minotis, Nina Koschetz, Yolanda Lacca.
Chuck Scouts (Robert Cummings), un veterano de guerra sin oficio, se encuentra una cartera en la calle y decide devolverla a su dueño, un mafioso llamado Eddie Roman (Steve Cochran) que agradecido por el gesto lo contrata como chófer.
Acosados (1946) es un film negro modesto y eso se nota tanto en la puesta en escena como en el reparto. Sin embargo, tiene algunos detalles interesantes.
El punto de partida resulta prometedor: un tipo sin trabajo y sin dinero encuentra trabajo gracias a su honradez al devolver una cartera con bastante dinero a su dueño. Pero el reverso de la moneda es que se trata de un mafioso con bastante mal carácter. Su presentación, dándole una bofetada a una manicura, resulta ya reveladora.
Pero a Chuck parece no importarle. Él se dedica a cumplir su trabajo lo mejor que puede y no se mete en líos. Hasta que conoce a Lorna (Michèle Morgan), la esposa de Eddie, una mujer triste que vive con un miedo atroz a su marido, que la ha convertido en su prisionera. Desesperada, termina por pedirle ayuda a Chuck que, enamorado de ella, no duda en intentar salvarla.
Lógicamente, tratándose de un film negro, sabemos que las cosas no eran sencillas para la pareja, y más conociendo los métodos expeditivos de Eddie y su mano derecha Gino (Peter Lorre), a los que no les tiembla la mano cuando tienen que eliminar a cualquiera que interfiera en sus asuntos.
Y aquí es cuando el guión da un giro realmente inesperado que puede entusiasmar a muchos lo mismo que enfadar al resto. Sin entrar en detalles por aquellos que lean esta crítica sin haber visto la película, diré que el recurso funciona bastante bien porque resulta inesperado y sorprendente. Sin embargo, también es cierto que es normal que nos sintamos engañados, pues finalmente se trata de un engaño.
El principal inconveniente es que ese engaño funciona en realidad mucho mejor que el verdadero desenlace, donde el buen pulso que había mantenido el guión se viene abajo con un final un tanto chapucero donde se rompe además el clima logrado anteriormente y se queda como algo sin fuerza, mucho menos imaginativo que lo visto con anterioridad. Una pena, pues terminamos de ver la película con ese mal sabor de boca.
En cuanto al director, hace su trabajo muy dignamente. No es que sea un genio, pero consigue crear un clima inquietante con los pocos recursos de que dispone y mantiene un desarrollo fluido. Además, como era habitual en aquellos años, tiene el acierto de eludir mostrar directamente las escenas violentas, utilizando la elipsis, lo que resulta mucho más elegante y sugerente.
En cuanto al reparto, rostros de segunda fila, como Robert Cummings, un tanto soso, Michèle Morgan, que sin ser una belleza sí que su fragilidad resulta muy turbadora y el incondicional Peter Lorre, si bien sin el carisma que le vimos en otros papeles.
En general, una película entretenida, que se ve de un tirón, y donde lo más destacable es la originalidad de un argumento sorprendente.
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