El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

martes, 18 de julio de 2023

La noche de los cristales rotos



Dirección: Wolfgang Petersen.

Guión: Wolfgang Petersen (Novela: Richard Neely).

Música: Alan Silvestri.

Fotografía: Laszlo Kovacs.

Reparto: Tom Berenger, Bob Hoskins, Greta Scacchi, Joanne Whalley-Kilmer, Corbin Bernsen, Scott Getlin, Judi Maddison.

Mientras conducen por la costa de California, Dan Merrick (Tom Berenger) y su esposa Judith (Greta Scacchi) sufren un grave accidente, quedando Dan con amnesia parcial. Intentando recuperar su vida, Dan empieza a descubrir cosas que le hacen temer que algo malo se oculta en su pasado.

Hay un subgénero específico en los films de intriga que La noche de los cristales rotos (1991) ejemplifica con gran precisión. Es un cine de mero consumo, sin grandes pretensiones. Todo se basa en mantener intrigado al espectador a base de ocultarle datos y hechos, cuando no engañarlo abiertamente, para sorprenderlo con un final más o menos inesperado.

Dentro de esta categoría, lógicamente nos encontramos auténticas porquerías y cintas magistrales, pues de todo hay siempre. En este caso, La noche de los cristales rotos se situaría en un término medio: ni es un película absurda plagada de trampas y mentiras ni tampoco podemos decir que sea de lo mejor del género.

A su favor podemos decir que dentro de lo limitado de su planteamiento, pues el guión va directo al grano y se centra en el misterio que Dan intenta esclarecer sobre su pasado venciendo su amnesia, el argumento resulta aceptable, logrando además jugar sus cartas con cierta coherencia y logrando mantenernos interesados en las indagaciones de Dan durante toda la cinta. Incluso el desenlace, cuando se ponen las cartas boca arriba y que a menudo suele ser la parte más débil, resulta ingenioso y si bien no escapa de cierto rebuscamiento poco convincente, al menos no resulta del todo ridículo.

Por contra, La noche de los cristales rotos es un film excesivamente simple que no se molesta en desarrollar convincentemente ni a los personajes ni las situaciones. Todo el planteamiento es demasiado elemental, casi infantil. La única nota algo divertida la tenemos con el personaje de Gus Klein (Bob Hoskins), el detective, que aporta algo de variedad y gracia a un elenco bastante pobre en cuanto a caracterizaciones y también en cuanto a interpretación, con un Tom Berenger muy poco acertado, una Greta Scacchi bastante desaprovechada y una Joanne Whalley-Kilmer realmente muy limitada en talento.

Incluso el director tampoco demuestra una capacidad notable para poner en pie la intriga, recurriendo a la repetición de imágenes cuando Dan parece ir recuperando algunos detalles olvidados de su pasado, lo que termina por demostrar la falta de recursos y la simplicidad de la puesta en escena.

A pesar de lo cuál, si nos contentamos con pasar un rato entretenidos sin pretender buscarle las cosquillas a la cinta, podemos decir que es un film que se deja ver y resulta entretenido.

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